Reciclar la ciudad
Ciudades 8, 2004
ARTÍCULOS
Dirk SCHUBERT
Transformación de zonas portuarias y costeras en desuso: experiencias, posibilidades y problemas
Roger-Henri GUERRAND
Cinquante ans après l’appel de l’abbé Pierre, une nouvelle crise du logement populaire en France
Sergio GUERCIO, Matteo ROBIGLIO, Isabelle TOUSSAINT / Avventura Urbana
Periferie partecipate. Cinque casi di riqualificazione urbana a Torino
José Luis SÁINZ GUERRA
Los cambios en la vivienda de la ex-República Democrática Alemana a partir de la reunificación
Luís Vicente BAPTISTA Y Joao Pedro SILVA NUNES
Contexto metropolitano e (re)classificaçao urbana: apontamentos sobre a cidade de Lisboa e um bairro residencial na sua periferia
Inés SÁNCHEZ DE MADARIAGA
Infraestructuras para la vida cotidiana y calidad de vida
Basilio CALDERÓN CALDERÓN
La ciudad del todo urbanizable: estrategias del sector inmobiliario y nuevas e insostenibles formas de urbanización
REMODELACIÓN DE LOS BARRIOS DE PAJARILLOS Y RONDILLA DE VALLADOLID
Remodelación de los barrios de Pajarillos y Rondilla de Valladolid
Entrevista a representantes de la Asociación Familiar Rondilla y “La Unión” de Pajarillos
ARTÍCULOS VARIOS
Álvaro SEVILLA BUITRAGO
GroBstadtkultur. La cuestión de la gran ciudad en la Alemania guillermina
En la llamada época del “desarrollismo”, allá cuando la ciudad se construía bajo el signo inequívoco de la “edificabilidad”, procediéndose a una extensión indiscriminada de su ámbito original existente, sin más limitaciones que aquéllas que imponía el beneficio inmobiliario inmediato, la cuantificación de lo construido ocultaba, sustituía y, en cierta manera, representaba la consabida y prevista ausencia de cualidad en el producto final obtenido, sobre todo la que se expresaba a través del binomio residencia-equipamiento social. La construcción de la ciudad, en efecto, semejaba más un acuerdo entre todos aquéllos que estaban interesados en este proceso de desarrollo, medido en clave cuantitativa, que en expresar en el espacio “derechos” y “libertades” que contribuyesen a la mejora de las condiciones de vida de sus habitantes.
Tantas contradicciones provocó esta manera de proceder a la construcción de la ciudad que no hubo más remedio que cuestionar sus principios con el objetivo de recuperar derechos nunca expresados, reivindicaciones jamás atendidas. Movimientos sociales vinculados con organizaciones democráticas ciudadanas, así como el impulso añadido del imprescindible desarrollo de una democracia política a nivel de Estado, abrió el camino, como no podía ser de otra manera, hacia un ambiente social mucho más propicio, encauzando un proceso encaminado al entendimiento decididamente democrático de la práctica de la planificación urbana.
Se inicia, en este sentido, un cambio de rumbo en la forma de entender y de materializar el proceso de construcción de la ciudad. Como primera medida, se pusieron en marcha todos aquellos mecanismos que hiciesen posible la recuperación de derechos perdidos, la exigencia de los que se habían negado durante tantos años de “desarrollismo”, con el objetivo de procurar la posibilidad de una ciudad servida, de un ámbito urbano cualificado, de poner fin, en suma, a la cuantificación en favor de una cualificación urbana. Para ello, la ciudad debería ser más atendida en aquellos aspectos que hacían referencia a su “reordenamiento interno”, no tanto a su extensión. De la ciudad se debería requerir su terminación, completándola en base a todo aquello que no se le había proporcionado durante tantos años. El proyecto de ciudad, por tanto, como un proyecto de dotación, como una propuesta de cualificación de lo existente.
Con el tiempo, sin embargo, se fue advirtiendo que la práctica de la “regeneración urbana”, aquella que había encontrado sus orígenes más inmediatos en ese intento por dotar a la ciudad de aquello que se le había negado durante tanto tiempo, podría constituir un negocio tan rentable, quizás más, como que aquel otro que se había identificado, hasta entonces, con el “desarrollismo cuantitativo”. Es así como comienza a ponerse de moda, a plantearse como la única práctica posible, al menos como la más razonable, aquélla que toma como campo de operaciones la realidad del espacio construido existente con el objetivo de transformarlo, de “regenerarlo”, para compatibilizar los procesos de cualificación urbana emprendidos con las nuevas formas de economía que estaban requiriendo, ante todo, ambientes urbanos adecuados, “espacios regenerados”, para hacer valer sus procesos productivos.
Lo que se había constituido como “mecanismos urbanísticos” más adecuados para recuperar derechos urbanos negados históricamente, mecanismos que, en la medida en que ponían en crisis el “modelo urbano de la renta del suelo”, proporcionaban una nueva manera de utilizar la ciudad democráticamente, fueron adquiriendo, a medida que el tiempo los consumía y los adaptaba a una diversidad de situaciones e interpretaciones “interesadas”, carta de naturaleza que racionalizaba las formas más habituales de intervenir en la ciudad. Formas de intervención que justificaban el papel que debería adoptar la ciudad pensándola como un objeto sobre el que deberían recaer todo tipo de prácticas urbanísticas que la sometiesen a renovados procesos de transformación, procesos que, en muchos casos, parecían más cercanos a dieciochescas prácticas de “embellecimiento y ornamentación” que a aquellas otras empeñadas en recuperar derechos urbanos perdidos. De la ciudad se estaba, y se está, requiriendo, en efecto, todo aquello que la “vista” y la “presente” como espacio que busca un reclamo, como “ámbito regenerado” que, ausente de todo tipo de conflictos, proporcione el marco más adecuado para que en él se desarrollen los nuevos productos económicos. Y todo ello, en detrimento, en muchas ocasiones, de las necesidades reales de su población.
Es así como va cobrando actualidad la idea de que la ciudad hay que “reciclarla” para ir adaptándola, en suma, a nuevos requerimientos económicos. La cuestión que deberíamos debatir es si recuperamos la idea de “regenerar” la ciudad en el sentido de dotarla de todo aquello que le ha sido negada durante décadas, o bien para exponerla ante el reclamo de las nuevas formas de producción empeñadas en la realización de los llamados “servicios productivos avanzados”, recurrir a la ciudad “reciclada” para atender a las necesidades del colectivo ciudadano que la habita, o para que sea reclamada como objeto y soporte de nuevas economías que se desarrollan al margen de las necesidades reales de sus habitantes. Cabe, naturalmente, el recurso a la posición intermedia: compaginar el “reciclaje” que recupera “derechos urbanos”, al mismo tiempo que la “regeneración ambiental” emprendida sitúa a la ciudad en la “red” que encauza sus reclamos para ser utilizada, requerida, como espacio económico concurrencial.
Valladolid, marzo de 2005
ÓSCAR REGINALDO MORALES ROJAS (1938-2004)
La primera entrevista que sostuve con Oscar fue verdaderamente convincente. Su don de conversador incansable se denotó en esa primera invitación a colaborar como profesor de tiempo completo con la Universidad Iberoamericana-Puebla.
El don de la palabra es algo que difícilmente se encuentra ahora. Exceptuando la charlatanería de la clase política y sus lacayos, el resto de los ciudadanos nos hemos quedado mudos ante los cambios que observamos en nuestro entorno y de nuestra cultura; no por que seamos indiferentes a ello, sino más por la incredulidad en el valor de la palabra. No era el caso de Oscar. Lo reconozco. Nadie más me enseñó con esa sutil delicadeza algunos de los secretos, casi mágicos, de la buena conversación. Se decía en los corrillos de la universidad que, acompañarle en el momento de la comida, tenía valor curricular.
Desde su experiencia fue testigo de innumerables fenómenos en los que intervino como actor, espectador y, a veces, protagonista indiscutible. Su experiencia en la educación, que apasionadamente lo abrazó en el momento de su muerte, inició en la Universidad Autónoma de México, pasó por la Universidad de las Américas y culminó con la Universidad Iberoamericana-Puebla. Posiblemente el mejor reconocimiento a su tarea educativa quedó en aquel, su último sínodo de examen de licenciatura en que su sólido análisis crítico lo expuso a los asistentes. Su característica estatura docente la heredaron, por última vez, a los jóvenes de nuestras aulas.
El acceso al trabajo académicno no fue producto de accidente vital sino de intención consciente. Después de una amplia experiencia profesional en la que proyectó, edificó y supervisó una enorme cantidad de metros cuadrados de espacios y construcciones le permitió abrir un ancho camino experiencial que lo transmitió en los salones de clase para compartir aquella sabiduría que sólo los años conceden.
Le perseguía una pregunta permanentemente, ¿es posible la humanización del mundo a partir de la conformación de un espacio más habitable? Como funcionario público esta perspectiva se había abierto al poner en práctica algunas políticas públicas para mejorar la condición del espacio del Municipio de San Andrés Cholula, colindante a la ciudad de Puebla. La complejidad de la gestión de la ciudad, entendida como la interacción entre los actores sociales y las acciones urbanas que permiten la construcción del espacio urbano, no solo le interesó, sino que le apasionó.
Oscar se procuró actualidad en los datos, los conceptos y los juicios. Estudioso de la historia mexicana, la trasladaba a la historia urbana. Así, en sus últimos escritos reflexionaba sobre la relación entre infraestructura eléctrica y la expansión de la ciudad de Puebla, fenómeno metropolitano característico de la ciudad Latinoamericana.
La súbita partida de Oscar nos deja perplejos, pero con la tranquilidad de que aún en este último viaje, lo inició conla velocidad y precisión que le permitió esbozar su última sonrisa socarrona.
Francisco Valverde D. L.
LUIS JESÚS PASTOR ANTOLÍN (1958-2005)
Fue un humanista, en el mejor sentido, en el más noble y completo, de la palabra. Es una cualidad que consiguió plasmar, como un ejemplo de coherencia y tenacidad sin fisuras, en todos los aspectos que formaron parte de su vida, de una vida fecunda, activa, llena de compromisos y de decisiones puestas al servicio de aquello y de aquéllos en los que más creía y confiaba. Y entre las empresas que con mayor ahínco sustentaron su empeño y sus ilusiones siempre estuvo la Geografía, a la que se sintió vinculado desde muy joven, apenas comenzados sus estudios universitarios a mediados de los setenta, cuando poco a poco fue descubriendo en las actividades del Departamento la semilla que bien pronto germinaría en una vocación firme y esperanzada. Una vocación henchida de futuro, optimista como era. Así me lo hizo saber personalmente en uno de los viajes de prácticas que, como profesor de Geografía Económica, organicé para visitar los espacios industriales esparcidos por la periferia de la ciudad de Valladolid en una bonancible tarde de otoño de 1977. Fue el deseo de conocer e interpretar críticamente la realidad que nos rodea, el afán resuelto por abrir su mente a la explicación de lo que sucede en un mundo repleto de contradicciones y desigualdades, la preocupación por desentrañar los factores que las provocan, lo que le llevaría a asumir el reto de una carrera universitaria en la que la voluntad en pos del conocimiento prevalecía con fuerza sobre las incertidumbres y zozobras de un sistema que no se sabía muy bien qué derroteros iba a tomar. Para alcanzar la licenciatura se decantó por un trabajo sobre la configuración de la red de transporte en Castilla y León, en un momento realmente difícil, cuando las fuentes escaseaban, las referencias comparativas no eran tampoco muchas y las expectativas del sector se desenvolvían en un entorno de grandes cambios a corto plazo. Fue un estudio pionero, que sirvió para despejar incógnitas y aclarar tendencias en una región que con el tiempo se mostraría emblemática para entender las intensas reestructuraciones de la movilidad terrestre en España.
Cuando se trató de abordar la tesis doctoral, su propósito por introducirse en temas tan candentes como confusos se mantuvo bien firme. Decidió analizar el significado del fenómeno inmigratorio en la etapa en que Valladolid se convertiría en una de las ciudades españolas más expansivas demográficamente. Con tesón extraordinario hizo frente al arduo problema de la documentación y, con los medios rudimentarios de que se disponía entonces, puso al descubierto conclusiones que ilustrarían, de manera tan brillante como expresiva, la formación de la moderna sociedad vallisoletana, con ideas y observaciones que al tiempo servían para entender la evolución contemporánea de las ciudades españolas y, particularmente, de las capitales regionales en el momento en que el modelo autonómico presagiaba lógicas espaciales de gran valor experimental. Sobre esta base, los estudios sobre la ciudad de Valladolid marcaron una potente línea de investigación, que arrojó aportaciones muy valiosas, bien en solitario o en colaboración con otros compañeros del Departamento. Aportaciones que habrán de ser claves para el afianzamiento del Grupo de Investigación Reconocido que, con el nombre de Citerior, se ha configurado en la Universidad de Valladolid, sobre “Gestión Urbana, Innovaciones Funcionales y Desarrollo Territorial” y del que formaba parte sustancial junto a Basilio Calderón, José Luis García Cuesta, Henar Pascual y Fernando Manero.
Ahora bien, si nunca dejó de cultivar los temas que mejor permitían entender el significado de las transformaciones operadas en las infraestructuras y en la ordenación de los espacios urbanos y del patrimonio urbanístico, su sensibilidad se mantuvo permanentemente alerta hacia todo cuanto se refiriera a la realidad latinoamericana, con cuyos problemas y vicisitudes se sentía identificado. En la nueva Licenciatura en Geografía asumió desde el principio la responsabilidad docente de la asignatura de Geografía de América Latina, que, aun siendo optativa, logró mantener en los primeros lugares de la preferencia de los alumnos. Muchos recuerdan el vigor y la calidad que imprimía a los seminarios y trabajos prácticos, abiertos a debates interminables que a veces culminaron en aportaciones publicadas. Me cupo la satisfacción de compartir con él momentos memorables en la preparación y realización de proyectos que tenían como soporte el interés común por el espacio latinoamericano. Recuerdos que permanecen vivos, que son reveladores de su personalidad y lo serán para siempre. Con qué ilusión intervino en la organización del VI Congreso de Geografía de América Latina (Valladolid, 2001); de qué manera estuvo empeñado en que saliera adelante el Master sobre Desarrollo Urbano Sostenible que, contando con la ayuda de Alberto Kleiner, de los colegas del Instituto de Urbanística de Valladolid y de los de la Universidad Nacional de Rosario, estuvo a punto de iniciarse en esta ciudad, de no haber sido lamentablemente bloqueado por la crisis económica argentina; con qué vehemencia llegaba a defender sus posturas en las reuniones que mantuvimos en la Universidad de La Plata, en la sede montevideana de Mercosur y en la CEPAL de Santiago de Chile; cuántas esperanzas puso en la participación de nuestro Departamento en la Red ALFA, conseguida a través de la feliz relación trabada con Jean François Tourrand y Doris Sayago, del Centro de Desarrollo Sostenible de la Universidad de Brasilia; hasta qué punto se mostraba atento y cuidadoso hacia la Tesis Doctoral que, a cargo de Rubén Valbuena, estaba dirigiendo sobre la región urbana de Santarém, en la Amazonia brasileña. Era idéntico celo con el que, casi hasta la víspera de “su último viaje en la nave que nunca ha de tornar”, estaba orientando la de Ignacio Molina sobre la dimensión espacial de las estrategias de desarrollo local en las campiñas del sur del Duero. Hombre enérgico y cabal, con la sonrisa y la lucidez como arma, nunca fue preso del desánimo o el abatimiento. No en vano el mismo entusiasmo que puso en sus actividades como profesional de la Geografía en la Universidad, quedó patente en cuantas tareas le absorbían un tiempo precioso en responsabilidades académicas o a disposición de causas encomiables, que de uno u otro modo siempre tenían que ver con la solidaridad y la defensa de quienes más lo necesitan. De ahí que su desaparición, que a muchos ha sorprendido y a muchísimos apenado, deje un vacío que para los que le conocimos de cerca va a ser muy difícil, por no decir imposible, de colmar.
Luis Jesús Pastor Antolín, Profesor Titular de Geografía Humana en la Universidad de Valladolid, había nacido en Palencia el 9 de Septiembre de 1958. Falleció en Salamanca el 22 de Febrero de 2005 a las 21,30 horas. A partir de ese instante y en pocos minutos una imponente nevada cubrió la bella ciudad del Tormes. Tenía sólo 46 años.
Fernando Manero Miguel
Universidad de Valladolid
Avda. Salamanca, 18 47014 · VALLADOLID (España) +34 983 184332 iuu@institutourbanistica.com