Generadores de nueva urbanidad: los espacios comerciales
Ciudades 10, 2007
Juan Luis DE LAS RIVAS y Corinna MORANDI
Generadores de una nueva urbanidad: los espacios comerciales
REGULACIÓN DEL COMERCIO Y URBANISMO
REGOLAZIONE DEL COMMERCIO E URBANÍSTICA
Luca TAMINI
Verso il federalismo commerciale: la regolazione del commercio in Italia
Helena VILLAREJO
Balance de una década de regulación de los grandes establecimientos comerciales en España
Clifford GUY
Retail planning policy in the United Kingdom
Antonio CASELLA
La regolazione delle attività commerciali in Francia: norme, piani, strategie
ORDENACIÓN DEL COMERCIO A ESCALA REGIONAL
PROGRAMAZIONE DEL COMMERCIO Á SCALA REGIONALE
Onorio ZAPPI
L’evoluzione della programmazione commerciale in Emilia Romagna
Grazia BRUNETTA
Geografia delle localizzazioni commerciali e sistemi di regolazione e valutazione in Piemonte
Juan Luis DE LAS RIVAS
Dificultades del urbanismo comercial: el plan general de equipamiento comercial de Castilla y León
COMERCIO, TRANSFORMACIÓN URBANA Y NUEVAS POLARIDADES
COMMERCIO, TRASFORMAZIONE URBANA E NUOVE POLARITÁ
Carlo MOLTENI
Regenerazione urbana e commercio. Il caso di Birmingham
Corinna MORANDI
Il comercio nei programmi di riqualificazione urbana a Milano
Marie BASILE
Experienze di gestione unitaria del commercio urbano: Lille e Roubaix
Ramón LÓPEZ DE LUCIO
Comercio y periferia: el caso de la Región de Madrid
Grazia BRUNETTA, Corinna MORANDI y Luca TAMINI
Nuovi formati commeciali e polaritá interregionale: Lombardía, Piemonte, Emilia Romagna
Miguel SILVA DA GRAÇA
Espaços privados e usos colectivos: Do admirável mundo novo do consumo às novas tipologias comerciais de Lisboa
La práctica de la Planificación Urbana ha tratado, en cada uno de los momentos en que ha ejercido como tal, de adaptar sus contenidos metodológicos a la realidad urbana objeto de Ordenación y Control. Más aún, ha sido esta realidad la que ha marcado los pasos metodológicos a emprender por una disciplina con vocación de “crear ciudad”, de construir ciudadanía”.
Durante las últimas décadas del pasado siglo, y desde los años posteriores a las “contiendas” europeas, incluidas las nacionales, la Planificación Urbana, siendo fiel a los principios que la generaron como “disciplina de proyecto”, afronta la ordenación del espacio de la ciudad y del territorio, más preocupada, eso sí, por la primera que por el segundo, condicionada, sobre todo, por procurar el desarrollo de procesos específicos de “producción de suelo”. Se entiende que su intención es compaginar “políticas de suelo” con una “ordenación espacial cívica” que procure una ciudad para los ciudadanos. Esta es, al menos, la teoría, las buena intenciones de partida.
Los primeros pasos de la Planificación Urbana, por otro lado, se orientaban, como sabemos, hacia una “ordenación zonificada” de los diferentes “espacios funcionales” que debían estructurar el ámbito de la ciudad y de su territorio. De esta forma, proyectar el “escenario futuro” de la ciudad consistía en establecer las zonas para “vivienda”, tantas como “niveles de renta”, lo “polígonos industriales”, el “sistema de espacios libres”, las “zonas verdes”, los “equipamientos”….etc. es decir, todos aquellas categorías funcionales con capacidad para establecer, o al menos para condicionar, una ordenación del espacio, un “modelo de ciudad”, y para impulsar, en suma, procesos de crecimiento y de “producción de suelo”. En este “modelo”, sin embargo, el comercio, su ordenación como “sistema”, su condición como categoría funcional estructurante e impulsora de producciones espaciales, no encuentra lugar. A esta actividad económica no se la considera como una categoría responsable del desarrollo espacial de la ciudad. Muy al contrario, su papel en este desarrollo es subsidiario, ejerciendo más como acompañante, como complementaria, nunca como responsable de esos procesos de “producción de suelo”. Dicha responsabilidad recae, sobre todo, en la vivienda y en la industria, quizá en ciertos equipamientos, entre ellos, los que están definiendo las nuevas “centralidades”, las que ocupan, por “reconquista”, los lugares más tradicionales. Presenciamos, por tanto, una manera de Planificar la ciudad en la que la actividad comercial no determina un crecimiento espacial concreto. Este, decimos, recae sobre otro tipo de componentes espacio-funcionales.
Hoy, sin embargo, los métodos, instrumentos y objetivos de la Planificación han cambiado radicalmente y con ellos aquellas categorías espaciales implicadas en los procesos de producción de suelo. Ahora sí podemos observar la importancia del comercio como responsable de dichos procesos. A la palabra “comercio”, sin embargo, hay que darle un significado diferente, ya que no se trata del “comercio tradicional”, ni siquiera del comercio a “gran escala”, sino de una actividad económica que engloba y aglutina todo tipo de intercambios. De ahí el concepto de “gran superficie”, donde encontramos el comercio habitual, el que nos proporciona productos perecederos, desde los alimentos hasta el vestir. Pero esas “grande superficies” también nos ofrecen la posibilidad del ocio, a todos los niveles, incluso la ilusión de pensar que recorremos “espacios urbanos”, en su acepción de espacios públicos privatizados”, que permiten desarrollar la fantasía de un encuentro. Hacia estas “superficies”, en suma, se están desplazando prácticas colectivas que, hasta ahora, eran patrimonio de la ciudad.
Estos son los “grandes artefactos” responsables, hoy día, del proceso de producción de la ciudad, desbancando, de esta responsabilidad, a la vivienda. Y ello es así porque se conciben como las nuevas “ciudades”, como espacios urbanos concebidos como “centralidades” con capacidad para impulsar desarrollos residenciales concretos, dejando la “ciudad tradicional” como “centralidad de prestigio”, como espacio desde el que se ofertan los más altos valores inmobiliarios. El “modelo de ciudad segregada”, en este sentido, se ha consolidado un poco más.
De estos “espacios comerciales”, por último, se quiere evitar esta denominación con el objetivo de “descontaminarlos” de un calificativo un tanto tendencioso. Ahora se busca la totalidad, la sensación de que en esas “superficies” se va a disfrutar, a pasear, a consumir el tiempo libre, a solazarse y hundirse en le ocio y, por supuesto, a comprar. Del mismo modo que hoy se evita la distinción entre “industria” y “servicios”, sustituyendo esta dicotomía funcional por un todo que los abarca, los llamados “servicios productivos avanzados”, también se intenta que los “espacios comerciales” se identifiquen o confundan en la generalidad de las llamadas “áreas de centralidad”.
Dada la importancia de esta temática, hemos querido dedicar un número de la revista CIUDADES para tratar todas estas cuestiones de la manera más universal posible, es decir, haciendo confluir trabajos que abordan casuísticas europeas. Publicación esta que se ha elaborado, como ya es habitual en nosotros, colaborando con instituciones universitarias internacionales. En esta ocasión, hay que reconecer al Laboratorio URB&COM del Politécnico de Milán que dirige la profesora Corinna Morandi, porque su generoso esfuerzo y sus valiosas aportaciones han hecho posible el proyecto emprendido.
Valladolid, septiembre de 2007
MARIANO DE MEER (2006)
Jardín de Shugborough, 1991. Paráfrasis de un recuerdo fotográfico en el que vemos a Mariano ensimismado consultando el libro guía del jardín pintoresco de Shugborough. Es en el sur de Inglaterra, en la primavera de 1991, estación allí nunca adelantada, como se deja notar por el estado despojado de los árboles no arbustáceos. La foto es bonita y llena de inocentes intenciones. Está mal decirlo, pero recuerdo que la idea de que posara de aquella manera fue mía, aunque ahora dudo si la realización me pertenece o fue obra de Darío Álvarez, pues él y yo nos turnábamos a la hora de hacernos cargo de las fotos de viajes que luego pasaban a enriquecer el archivo fotográfico del Departamento, lo que después nos permitía dar clases con verdadero conocimiento de causa.
Se trataba de plasmar en fotografía una imagen equivalente a la de los “gentleman” británicos del siglo XVIII, justo los que habían urdido la idea de representar el espíritu de Grecia en el jardín inglés, y evocarlo mediante réplicas literales de los monumentos de Atenas previamente visitados y dibujados in situ. Mariano, justo en aquel sitio, con corbata, camisa blanca impecable y gabardina –una excepción de cortesía en el vestir en medio de un grupo dejado llevar por lo casual- encajaba como un guante en las formas y el espíritu del jardín. El en sí mismo tenía algo de british inusualmente transliterado a los áridos paisajes castellanos, todo un ejemplo de fusión de lo mejor de las dos culturas.
En otra oportunidad, con ocasión de un segundo viaje a Inglaterra al que también se incorporó, pues ya era parte de otro ya famoso séquito viajero vallisoletano, formado por gentes de la Escuela de Arquitectura y allegados, dando tumbos por el mundo para verlo y hacerle fotos, en la catedral de Peterborough, rindió homenaje a Catalina de Aragón, hija de los Reyes Católicos, infeliz esposa de Enrique VIII, ante cuyos estandartes, en la capilla donde reposan sus restos, Mariano sacó a relucir su faceta de hombre culto conocedor de la historia, y para acompañarle en aquel recuerdo suyo a la memoria casi olvidada de la infanta aragonesa, algunos de los viajeros, los de voz más argentina, entonaron sones renacentistas españoles.
Al fondo de la imagen, sobre el verde y bien arreglado césped del jardín de Shugborough, emergiendo de una floresta cultivada, se recorta el resplandeciente volumen de un templete clasicista, a la manera de los griegos antiguos, tradición de un lenguaje, el clásico, ausente en el pasado arquitectónico de la isla. En el interior de las mansiones donde habitaban los dueños de los jardines ilustrados dieciochescos, colgaban los cuadros en los que estos se mandaban retratar de una guisa parecida en el escenario del jardín que recreaba para ellos una nueva Arcadia idealizada por poetas, músicos y soñadores…
Detrás de lo que no se ve en la imagen de la paráfrasis, se ven los paisajes visitados en feliz camaradería, las ciudades helenísticas sitas en la actual Turquía, Egipto, la India, Siria…, pues Mariano había hecho de los viajes compartidos una vocación añadida a su gusto por coleccionar guías “Baedeker” y planos de ciudades y geografías antiguas, incluso desaparecidas o inexistentes. El viaje como metáfora de la vida también, y como promesa de otras expectativas cumplidas en parte gracias a ellos en el territorio más íntimo de lo personal y de lo familiar. Los viajes se instalaron como interludios recurrentes en la vida del competente profesional de la abogacía, con especial énfasis en lo referente a las cuestiones del derecho urbanístico. Juntos y junto a otros, todos juntos, añorábamos después, cuando a su vez los viajes hechos pasaron a ser motivo de remembranza, la naturaleza de lo que compartíamos con ellos. Respecto a los viajes, pensábamos los dos, pensábamos muchos, los libros y las clases resultan fantásticos sucedáneos, placebos sustitutivos de una hipótesis verificable en los sitios de la narración donde se sitúan las obras originales. Las mejores clases o conversaciones son incitaciones y propuestas de futuras salidas fuera, o recuerdos de incursiones que tuvieron su destino y la consabida vuelta a casa. De los viajes se cuentan sus cosas y sus imágenes, se discursea y se fantasea.
Proclives según la naturaleza de nuestras respectivas ocupaciones al sedentarismo característico de la cultura académica, o de la abogacía, tampoco se trataba entonces de justificar el quietismo inmovilista con la argumentación alternativa del “viaje interior”, poético u opiáceo. Así que nos fuimos a transgredir las fronteras que dividen absurdamente los países, reinventando los tours, los travels y los reise con espíritu de ilustrados redivivos, acercándonos a sitios y a culturas en densas jornadas de visitas, reencuentros y descubrimientos de lo que hasta entonces estaba depositado a la espera en las páginas de la “Baedeker”, y recapitulado en los “dossieres” artesanales que el grupo portaba como único signo común de identificación exterior. De la “instantánea” del viajero captada en Shugborough se desprende la placidez del que, habiendo ido y llegado, parece estar allí sin renunciar a su propio mundo. Así se hacían retratar los viajeros diletantes ingleses cuando se acercaban a los parajes de la antigua Grecia, posando como testigos directos junto a los escenarios y las obras admiradas. Porque entonces y ahora, viajar no se corresponde con huir, sino con salir al encuentro de lo distinto, de lo diferente, de lo que está más allá, al otro lado. Se trata de un ejercicio de comprensión y de tolerancia que recompensa no sólo con el conocimiento adquirido, sino con el cambio positivo en la forma de reconocer el mundo y de dialogar y relacionarse con él.
Como en el retrato de Mariano en Shugborough, el viajero puede parecer un “rousseauniano” ensoñador paseante solitario, absorto, perdido por la armonía de las esferas. O puede juramentarse con cómplices gregarios con los que unir fuerzas para rentabilizarlas al máximo posible. Y puede marcarse etapas y objetivos de un plan pautado, mas siempre teniendo en cuenta su perfil domesticado, esto es, que antes de salir se propone acabar volviendo, enriquecido y mejorado, al lugar de origen.
Hemos viajado sumando entusiasmos y participando de actitudes, emulando poses, como en la fotografía de Shugborough, porque se partía de una precariedad formativa, de un silencioso vacío informativo. La manera colectiva de solventarlo fueron aquellos numerosos y continuos “viajes de estudios” que tomaron rumbos diversos, sucediéndose con cadencia admirable: desde la cultura grecolatina de Sicilia y la Magna Grecia al barroco centroeuropeo, de los jardines paisajísticos ingleses a los regulares franceses, de los castillos medievales de Escocia, o los renovados por Robert Adam, al modernismo de un exquisito Mackintosh hallado en Glasgow. La arquitectura moderna holandesa o la antigua de Egipto, Siria, Jordania. La India de los grandes mogoles y de Lutyens y Le Corbusier. El gótico francés y el neoclasicismo romántico alemán. Desde la Isfahán safávida a la Samarcanda timúrida, sin olvidar las ciudades helenísticas o el corazón mismo de la Hélade, tierras telúricas que así se nos manifestaron con soterradas evidencias sísmicas…
Pero detrás de la fotografía de la evocación y de la paráfrasis se dejan traslucir, sobre todo, los paisajes de Grecia, mares, islas, templos y santuarios de la antigua Hélade, devueltos a la actualidad tras el redescubrimiento de una genuina Grecia antigua, por mediación de la cual, cada viajero, estando allí, siente lo fuerte de sus vínculos con el presente, una Grecia a la que se rescata por instantes entreviéndola ofuscada por las estampas pintorescas de sus sucesivos avatares, para finalmente concluir en una Grecia actual que lleva encima el legado de la de Pericles y soporta como puede el peso de sus ruinas.
En una estela funeraria del Cerámico ateniense, un texto grabado en ella transfigura la realidad en más sentidos que las propias intenciones originales, pues lo que allí reza : “aquí reposa el cuerpo, el espíritu en todas partes” parece hacer alusión tanto a las palabras de consuelo recogidas para mitigar el dolor de la ausencia, como a la trascendencia de la cultura clásica, ubicada en un lugar y en un tiempo acotados en términos puramente historicistas, pero universal e intemporal en cuanto herencia inagotable. Palabras de las que los griegos antiguos nos enseñaron a hacer un uso poético continuo, alusivo, luminoso, para con ellas, con las palabras de la poesía, atrapar fragmentos de la realidad y llevarlos fuera del tiempo, y gracias a la exaltación de lo poético poder aligerar la losa de la pesada realidad, de una realidad positivamente alterada gracias a las palabras que la rinden a la causa poética. De otra no menos conmovedora estela ática tomamos las palabras finales de la evocación y de la paráfrasis: “que la tierra sobre él le sea tan leve como leve fue él sobre la tierra”.
Ramón Rodríguez Llera
Universidad de Valladolid
ROGER-HENRI GUERRAND (1923-2006)*
Nuestro primer contacto fue una llamada telefónica que Roger-Henri Guerrand me hizo al recibir una carta que, a falta de otras señas postales, le envié a la editorial La Découvert. Recuerdo bien que Guerrand intercalaba de vez en cuando alguna expresión en castellano para que yo pudiera comprender algo de lo que me decía, pero no creo que yo articulase más de dos o tres frases en francés medianamente inteligibles. En tales circunstancias, me sorprendió que un prestigioso investigador, autor de más de treinta libros y cientos de artículos y textos, traducido al italiano y al castellano, y galardonado con el “Grand Prix de la critique architecturale” (1985) no pusiese reparos a la petición que le hacía de tutorarme en una estancia breve de investigación en Francia. Al contrario: no sólo me apoyó sino que, desde entonces, nunca dejó de darme ayuda, enseñanzas, libros, cartas, fotos, regalos, recuerdos y cariño con la infinita y multiforme generosidad que le eran propias.
Thierry Paquot, en una entrevista publicada en la revista Urbanisme (julio de 1997), decía: “Nada le repugna más que la hipocresía de los bienpensantes, la profunda idiotez del nuevo rico, el canguelo del funcionario y la obediencia del militante acérrimo. RHG no es un seguidor sino un innovador. Es por ello, sin duda, que ha sido siempre un marginal. Ni la universidad ni el CNRS lo acogieron, y las distintas ‘escuelas’ de historiadores que controlan la producción ‘científica’ lo ignoraron. Poco ha importado. Desde su rincón y con los medios que tenía a mano, RHG ha construido una obra inclasificable e independiente de las ‘capillas parisinas’”. La suya ha sido, como reza el título de sus memorias, una vida -una obra- “a contracorriente” (2005), algo que, como él mismo reconocía, “a menudo fue muy difícil” y que, sin duda, requirió enormes dosis de tesón. RHG, generoso y fiel a sus ideas, era, como él mismo decía con sorna, un “viejo Don Quijote”.
A primeros de septiembre de 1999 nos encontramos cara a cara por primera vez. Fue en el Musée Social de París. Guerrand -autor de ‘Les origines du logement social en France’ (1966), un trabajo seminal, tan innovador como riguroso- había orientado mi búsqueda hacía este centro de documentación donde, como él bien sabía (Le logement populaire en France: sources documentaires et bibliographie, 1983) se concentra la mayor bibliografía reformista del XIX francés, incluida la más completa colección de libros sobre los inicios de la vivienda social en Francia. Yo había leído ‘Propriétaires et locataires: les origines du logement social en France’, 1850-1914 (1987), segunda edición de aquel libro señero, y también un capítulo firmado por Guerrand en la Historia de la vida privada (vol. 8) de Ariès y Duby, traducido al castellano en 1989. A través de ellos, conocía y admiraba su condición de historiador de la vida cotidiana. Pero fue conversando con él en el Musée Social, con el busto de Le Play como testigo, cuando tuve la más vívida conciencia de su insaciable curiosidad, su penetrante mirada sobre los acontecimientos, su pasión en todo lo que hacía…
Finalizó aquella estancia en Francia con una inolvidable visita al profesor en su casa de Rennes el 29 de octubre de 1999. Pudimos conocer a su mujer, Marie-Thérèse y compartir el gusto de los Guerrand por la buena mesa. Y fue en aquella ocasión cuando, entre recuerdos y detalles personales, RHG nos desveló su faceta de “inquilino militante”: un compromiso ético derivado de su conciencia de la historia de la vivienda social (Cent ans d’habitat social: une utopie réaliste, 1989; Une Europe en construction: deux siècles d’habitat social en Europe, 1992; Sociétés anonymes d’HLM depuis 1853: une certaine philosophie de l’action privée pour une mission d’intérêt général, 1997). Guerrand contra la corriente, una vez más…
Escucharía de nuevo afirmar su “militantismo” en la primavera de 2000, cuando, aceptando la invitación del Instituto Universitario de Urbanística, RGH visitó Valladolid e impartió una lección de doctorado sobre la situación actual de la vivienda social en Francia. Claridad, expresividad dramática y pasión a raudales: Guerrand no daba clase; se daba, literalmente, en la clase. “Si quieres hacer reflexionar a los alumnos, ha de ser por la mediación de lo real, por la vista, por el oido, por el tacto, por todos los sentidos”.
Sin embargo, lo que hacía de Guerrand un docente extraordinario no eran ni sus cualidades comunicativas ni su dilatadísimo ejercicio como profesor, sino su radical compromiso con la transformación de la enseñanza de la arquitectura. Testigo y estudioso de las revueltas estudiantiles y del sistema educativo en Francia (Lycéens révoltés, étudiants révolutionnaires au 19e siècle, 1969; C’est la faute aux profs!: pour une histoire du professorat, XIXe-XXe siècles, 1987) Guerrand trabajó junto a su muy querido y admirado Bernard Huet en la fundación de la Unité Pédagogique 8, hoy École Nationale Supérieure d’Architecture de París-Belleville: una larga batalla de renovación didáctica que tampoco fue precisamente fácil…
La visita de Mme. y M. Guerrand a Valladolid en 2000 también nos proporcionó la ocasión para compartir otra de las devociones del profesor: la Ciudad Jardín. RHG se unió al deseo del IUU de conmemorar el centenario de la publicación de Garden Cities of To-morrow con un número de la revista Ciudades y, una vez más, aceptó desinteresadamente colaborar en el proyecto. No solamente escribió el artículo “Sobre los orígenes del movimiento de las ciudades-jardines en Europa”, en el que hacía gala de un conocimiento amplísimo del tema (que trascendía en su colaboración con diversas asociaciones de ciudades jardines), sino que puso su experiencia investigadora al servicio de la revista para seleccionar los artículos que finalmente conformaron Ciudades 6 (2000-2001) “La Ciudad-Jardín cien años después” y nos obsequió con el curioso documento que abre el volumen: “La cantate des cités-jardins”.
Ciudades todavía tendría el honor de recibir otra colaboración más de RHG con ocasión del número 8 (2004). Interesado por el tema del monográfico, “Reciclar la ciudad”, nos remitió un texto, breve pero eficacísimo: “Cinquante ans après l’appel de l’abbé Pierre, une nouvelle crise du logement populaire en France”, donde evidenciaba la contradicción, especialmente grave en el caso de los Grands Ensembles franceses, entre el objetivo de mixticidad social y el criterio de acceso a la propiedad. En abril de 2004, en su segunda visita al IUU, RHG impartió dos conferencias sobre sendos temas que eran dos de sus pasiones más antiguas: el metro de París (Le métro, 1968; L’aventure du métropolitain, 1986) y el Art Nouveau (L’Art Nouveau en Europe, 1965; Architectura Art Nouveau: Paris et la Région Île-de-France, provincia de Giorona i Catalunya, Bucuresti si România, 2003).
Guardo muchos buenos recuerdos de aquella segunda estancia de los Guerrand en Valladolid, aderezada con un viaje a Segovia y otro a Salamanca, risas en un estrambótico restaurante y, entre las delicadas piezas de Lalique que guarda la Casa Lys, terribles evocaciones de la guerra en St. Malo… Sin embargo, no puedo dejar de lamentar el haber fallado entonces en el intento de satisfacer la curiosidad del profesor por las procesiones de la Semana Santa vallisoletana. La vida, desgraciadamente, no me daría otra ocasión.
El 2 de junio de 2006, en un salón de actos abarrotado de profesores y alumnos, en medio de una emocionada ovación y de muestras de cariño y admiración incesantes, fue la última vez que pude cruzar unas breves palabras con él. La ENSAPB le rendía un merecidísimo homenaje y se le imponía la medalla de Officier des Arts et des Lettres (“En fin, la glorie?”, ironizaba él en una de sus cartas). Entre las actividades del evento, se inauguró una exposición sobre la obra de RHG y se presentó el libro colectivo Vive l’hédonisme démocratique! (2006), que atestigua con notable eficacia la inclasificabilidad de la obra de Guerrand que abarca no sólo la vivienda social, el Art Nouveau, la historia del metro, de la enseñanza en Francia… sino también la higiene (Les Lieux: histoire des commodités, 1985, traducido al castellano como Las letrinas. Historia de la higiene urbana, 1991; Le confident des dames: le bidet du XVIIIe au XXe siècle: histoire d’une intimité, 1997; Higiène, 2001), la historia del urbanismo (Henri Sellier, urbaniste et réformateur social, 2005), del Far West, de la sexualidad y el control de la natalidad, de la Iglesia católica, del servicio social, del crecimiento de París… La laboriosidad de RHG era tal que, aun siendo octogenario y pese al debilitamiento de su salud, seguía colaborando en investigaciones de la más diversa índole y publicaba casi un libro al año (el último en el que trabajaba, la historia del orinal).
Poco después de aquel homenaje en la ENSAPB, en una carta, me hablaría de la tradición bretona que dice que, avisando de la hora final, el ‘ankou’ pasa en su carro por delante de la casa de cada quien. Sus frases, amables como siempre, iban entretejidas de un gran cansancio…
RHG había nacido el 6 de julio de 1923 en Sarrebrück. El ankou quiso arrebatárnoslo en Rennes el 10 de octubre de 2006 pero no pudo llevarse sus palabras, sus ideas ni nuestro cariño, admiración y gratitud. Contra la corriente del tiempo, su obra y su memoria permanecen con nosotros, querido profesor.
María A. Castrillo Romón
*El Profesor Guerrand visitó en varias ocasiones nuestro Instituto y colaboró con Ciudades.
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