Regenerar la ciudad. Condiciones y límites de una estrategia urbana integrada
Ciudades 20, 2017
DOSSIER MONOGRÁFICO
Agustín HERNÁNDEZ AJA e Iván RODRÍGUEZ SUÁREZ
De la rehabilitación a la regeneración urbana integrada
Esteban DE MANUEL JEREZ y José María LÓPEZ MEDINA
Dinamizar la regeneración urbana desde la escala barrial: aprendizajes y transferencias del proyecto Barrios en Transición
Carlos J. ROSA JIMÉNEZ, María José MÁRQUEZ BALLESTEROS y Daniel NAVAS CARRILLO
Hacia un nuevo modelo de gestión y autofinanciación de la regeneración de barriadas obsoletas
Víctor PÉREZ-EGUÍLUZ, Miguel FERNÁNDEZ-MAROTO y Enrique RODRIGO GONZÁLEZ
Un análisis de las condiciones para la regeneración urbana integrada a través del caso de la Estrategia de Regeneración Urbana en Castilla y León
Carlos JIMÉNEZ ROMERA, Patricia MOLINA COSTA y Olatz NICOLÁS BUXENS
Procedimientos innovadores de gestión y financiación en actuaciones de rehabilitación y regeneración urbana
Jorge LEÓN-CASERO y Ana RUIZ-VARONA
Estrategias de desarrollo urbano sostenible: inclusión social y regeneración urbana en consenso obligado. Zaragoza como caso de estudio
Irene POLI y Chiara RAVAGNAN
La rigenerazione urbana nel Piano Regolatore Generale di Roma. Tra attuazione e innovazione
Francesco GASTALDI y Federico CAMERIN
La regeneración urbana en Italia a partir de la reutilización del patrimonio público inmobiliario: un catálogo de herramientas y protocolos
Alicia GÓMEZ NIETO
Sistemas urbanos emergentes para la regeneración urbana y la producción de espacio público
Gregorio VÁZQUEZ JUSTEL
La regeneración urbana como práctica compleja en un espacio histórico muy intervenido: una experiencia dificultosa en el contexto actual del Centro Histórico de Valladolid
MISCELÁNEA
Rafael TEMES-CORDOVEZ
La renovación de las ciudades turísticas en Canarias. Una respuesta meditada para unos destinos maduros
Carlos SANTAMARINA-MACHO
Simulaciones aumentadas: una experiencia contemporánea del territorio
La ‘regeneración urbana’ parece presentarse como la principal estrategia para la ciudad actual. Al contrario que hace unas décadas, la reconsideración de los tejidos urbanos existentes ya no se centra exclusivamente en los ámbitos históricos, sino especialmente en los más recientes cuyas edificaciones empiezan a quedar obsoletas. Las primeras periferias de las ciudades llevan años demandando nuestra atención, y se incorporan en la agenda urbana, en concreto los barrios residenciales que no solo por su antigüedad sino por presentar otras carencias urbanísticas demandan ahora nuestra atención.
En el contexto de fomento de un enfoque integrado del desarrollo urbano y de particular atención a los espacios urbanos más vulnerables (Carta de Leipzig, 2007), la regeneración urbana canaliza en Europa, y en España, el debate urbanístico más reciente. Tras un periodo expansivo que se somete a crítica, muchos de los espacios urbanos consolidados o semiconsolidados demandan nuestra atención cada vez más urgente, evidenciando una necesidad de regeneración por sus déficits y por el arraigo en ellos de comunidades urbanas asentadas.
La crítica del modelo de crecimiento urbano expansivo ha canalizado debates, publicaciones, reformas legislativas y propuestas que han mantenido este tema entre los principales asuntos urbanísticos. Diferentes trabajos y contribuciones han hecho el esfuerzo de interpretar correctamente los procesos urbanísticos contemporáneos y de clasificar las características de los distintos ámbitos espaciales heredados.
Se ha pretendido clarificar conceptualmente las necesidades y los grados de intervención que se pueden plantear e incluso los criterios de diseño que seguirán las operaciones propuestas. También se han realizado esfuerzos por delimitar ámbitos con necesidades de regeneración desde perspectivas como la vulnerabilidad social, el estado de conservación de la edificación o la segregación social y funcional.
El potencial de transformación y mejora de la ciudad pone en cuestión la capacidad de la disciplina urbanística y conduce a una evolución del marco de gestión política y administrativa.
La acción desarrollada inicialmente en los conjuntos históricos y más tarde en algunos barrios residenciales, puede evolucionar hacia una acción generalizada en la ciudad construida, bajo criterios de sostenibilidad, de eficiencia energética o de acción social en los entornos más frágiles. Todo ello está acompañado además por la revisión de temas urbanos recurrentes, como la movilidad, el espacio público, la organización de los usos, la infraestructura verde, las actuaciones de vivienda e incluso no faltan quienes quieren ver una posible reactivación del mercado laboral hacia este sector. ¿Será finalmente un verdadero cambio derivado del paradigma del desarrollo sostenible o es un argumento de oportunidad para justificar otras expectativas? La regeneración urbana deberá demostrar la integridad de este nuevo planteamiento urbano.
Todos ello ha de facilitar nuevos enfoques tanto en las actuaciones de recuperación de tejidos urbanos vulnerables como en los modelos de gestión que conjuguen los derechos de propiedad con los derechos sociales y los mecanismos de evaluación de idoneidad de las distintas propuestas hacia una estrategia urbanística integrada. ¿Es posible avanzar trazando una nueva agenda para la acción regeneradora capaz de orientar la ciudad entera, una actuación verdaderamente integrada?
Ante la llamada realizada por esta revista, los artículos recibidos han aportado diferentes enfoques que ilustran el estado actual. Aportan claves del análisis de la situación en la que se han de plantear distintas estrategias de regeneración para que alcancen los objetivos teóricamente planeados, reflexionan acerca de las distintas escalas de intervención y observan una variedad de metodologías, posibilidades de gestión o financiación.
Artículos como el de Agustín Hernández Aja e Iván Rodríguez Suárez realizan un claro análisis de lo acontecido en las últimas décadas, tanto a nivel inmobiliario como desde la forma de enfocar la rehabilitación y la regeneración urbana. Con ello ponen de relieve las claves para abordar la situación de los barrios vulnerables, contemplando los beneficios que puede aportar una regeneración urbana integrada, siendo conscientes de la diversidad de sus posibles intervenciones y de las dificultades que se plantean. En este sentido, el trabajo de Víctor Pérez-Eguíluz, Miguel Fernández-Maroto y Enrique Rodrigo González resulta complementario, explorando las condiciones para la regeneración que se deducen de la evolución de la normativa actual. También defienden la posibilidad de implementar una perspectiva holística de actuaciones, desde el planeamiento y también desde estrategias de financiación conscientes de la necesidad de optimizar los recursos a través de la calidad de las propuestas.
Otros trabajos han mostrado la potencialidad de la intervención urbanística a diversas escalas. El planeamiento está llamado a jugar un papel estratégico importante en la regeneración de las ciudades, lo que no está exento de dificultades y demanda nuevas vías de trabajo. Así lo exponen Irene Poli y Chiara Ravagnan a través de la experiencia en el Plan Regulador General de Roma de 2008 -visto con la perspectiva de casi una década-.
La intervención en fragmentos de ciudad demanda también nuevas metodologías y criterios que aumenten el potencial de una planificación que de otra forma se enfrenta a dificultades o a visiones excesivamente parciales de la realidad. Así lo evidencia Gregorio Vázquez Justel desde la figura del Plan Especial para los centros históricos, Esteban de Manuel Jerez y José María López Medina desde el proyecto de investigación y acción participativa ‘Barrios en transición’, o Jorge León-Casero y Ana Ruiz-Varona desde las Estrategias de Desarrollo Urbano Sostenible.
En algunos casos, la necesidad de intervención y la excesiva espera a la que se ven sometidos determinados ámbitos, provocan la actuación directa de sus habitantes o vecinos sobre espacios puntuales. Edificios y solares de titularidad pública se ven bloqueados muchas veces por falta de financiación o por sus condiciones de propiedad y uso. Explorar fórmulas para estos proceso, ya sean temporales o integradas en una planificación de futuro, es lo que expone el texto de Alicia Gómez Nieto. Complementariamente, el texto de Franceso Gastaldi y Federico Camerin enuncia, con una visión crítica, las condiciones para que el patrimonio público pueda servir para activar o acompañar a los procesos de regeneración urbana en Italia.
Y es que muchas veces la financiación se convierte en un escollo infranqueable, en un factor que puede discriminar a parte de los habitantes afectados o desvirtuar el sentido de la operación. La comparación de alternativas y posibilidades que aparecen a través de nuevas formas de obtener recursos y gestionar las operaciones se exploran en los artículos de Carlos J. Rosa Jiménez, María José Márquez Ballesteros y Daniel Rivas Carrillo, así como en el de Carlos Jiménez Romera, Patricia Molina Costa y Olatz Nicolás Buxens.
En pocos casos parece estar aplicándose una visión territorial y comprensiva del problema de la regeneración. Desde visiones sectoriales aparecen algunos planteamientos en este sentido, si bien a veces la visión integrada del territorio se explica más por una cuestión competencial que a la luz de los resultados obtenidos. Rafael Temes explica esto desde la contemplación de los destinos turísticos maduros –como Canarias-, como conjuntos de espacios con alcance territorial que demandan intervenciones de regeneración.
En conjunto, en este número se ha agrupado un elenco de programas y proyectos de investigación que pretenden evidenciar las necesidades o el potencial regenerador de distintas iniciativas, acercándose al enfoque que están tomando las recientes normativas y planes de regeneración, e ilustrándose con casos que permitan valorar los logros y fracasos que se están obteniendo.
El debate a todos sus niveles, lejos de estar cerrado, se seguirá produciendo. Evidencia la dificultad tanto para generalizar fórmulas como diagnósticos y objetivos, lo que en ocasiones desemboca en resultados distintos de los anunciados.
Valladolid, junio de 2017
JOSÉ ALFONSO ALCOCER MARTÍNEZ (1951-2016)
RECORDANDO A ALFONSO ALCOCER
El pasado día 16 de noviembre, estando en Santiago de Compostela, recibí la triste noticia del fallecimiento de mi amigo Alfonso Alcocer. Me la transmitió Manuel Sánchez, antiguo alumno de doctorado y compañero de Alfonso. Ambos son, uno, por desgracia, ya lo fue, grandes amigos míos, a los que conocí en Guadalajara, México, en el año 1992, días antes de iniciar un Programa de Doctorado que los llevaría a conseguir el Grado de Doctor bajo mi dirección y tutoría. Fue en esos tiempos cuando comenzó nuestra amistad que se extendió, y engrandeció, hasta su muerte.
Llegué a la ciudad de Guadalajara un mes de septiembre del citado año, y me condujeron, directamente, al grandioso Hospital Cabañas donde se celebraba un Congreso ICOMOS en el que tenía que participar. Y fue allí donde me encontré con tres futuros alumnos que, el lunes siguiente, ese día sería viernes o sábado, volvería a verlos, aunque, en esta segunda ocasión, en la Universidad de Guadalajara, en el marco del Programa de Doctorado del que se responsabilizaba nuestro Instituto Universitario de Urbanística. Fue en aquel encuentro cuando tuve la oportunidad de conocer no sólo a Alfonso y Manuel, también, a otro alumno del mismo Programa, Roberto Ramírez, que, a pesar de su juventud, falleció pocos años después.
Le agradezco a Alfonso la oportunidad con la que me privilegió para que ejerciera como Director de su Tesis Doctoral. Y digo privilegio, porque me permitió conocer, y enriquecerme intelectualmente, de una “persona de cultura”, como me gustaba llamarle, lo que no era más que hacer justicia a un modo de vida que arrastraba con una gran dignidad. La Tesis Doctoral tuvo por objetivo analizar los procesos de transformación urbanística que se habían llevado a cabo en el Paseo Reforma de México D.F., indagando a propósito de las razones que estaban detrás de su reconversión en un “espacio terciario” y su aniquilación como lugar residencial y de recreo. Recuerdo las caminatas que, en más de una ocasión, disfrutábamos por dicha avenida capitolina, mostrándome, en enclaves específicos de la misma, lo que habían sido aquellos lugares para contrastarlos con lo que eran en ese momento. Todo ello, desplegando una riqueza documental que sólo una persona como él podía instrumentar con preciso rigor. “Párate aquí”, me decía, mostrándome una fotografía que testimoniaba lo que había sido ese lugar antes de la transformación que había protagonizado. La Tesis finalizó a su debido tiempo, y fue defendida en la Universidad de Valladolid, obteniendo, como se merecía, la calificación más alta concedida en estos casos.
Y lo que fue una relación profesor-alumno, se fue convirtiendo, a partir de entonces, en una gran amistad. Fue en este segundo recorrido cuando conocí al verdadero Alfonso, su estrecha relación, casi identificación, con todo lo que estuviese vinculado con la producción y difusión del saber, agradeciéndole, siempre, que contase conmigo para, en ocasiones concretas, caminar juntos por esos senderos culturales. Destaco, entre ellas, aquella que me proporcionó una de las satisfacciones más relevantes que he tenido en mi vida. Un buen día recibo una llamada de Alfonso para proponerme que pronunciase una conferencia en el Museo Iconográfico del Quijote, en Guanajuato, del que él era, por entonces, su Director. Me propone, incluso, el tema, “Geografía del Quijote”. Se trataba, en suma, de relacionar dos disciplinas, Literatura y Urbanismo, en un claro intento, sobre todo, por hacer de la literatura una de las fuentes más importantes que permitiesen investigar a propósito de las complejidades territoriales y urbanas. Alfonso ya sabía, porque lo había hablado con él, mi interés por esta correspondencia disciplinar, experiencia que ya la estaba viviendo en mis clases de la asignatura “Teoría de la Ciudad”.
Y así fue cómo comenzó, de la mano de Alfonso, mi nueva experiencia con el Quijote. Volví a leerlo, una vez más, y recorrí, con dicha obra y con mi familia, las tierras de La Mancha. El Toboso fue nuestra referencia, donde pasamos unos días en una posada rural desde la que nos inmiscuimos en los rincones rurales que Cervantes nos sugería. Después, llegó el día de viajar, de nuevo, a Guanajuato y pronunciar la conferencia prometida. Al término de la misma, agradecí a Alfonso la experiencia que me había permitido vivir, gratísima donde las haya, asegurándole que mi intención no iba más allá de haber satisfecho su encargo y de haberme sentido plenamente realizado como viajero y, porqué no decirlo, como “escritor”. Que me había enriquecido mucho, que no había pensado en ningún tipo de publicación, ya que la experiencia vivida siempre sería más valiosa sin encorsetarla en una difusión académica. Aún así, Alfonso se comprometió, públicamente, como Director del Museo Iconográfico del Quijote, a publicar un libro que recogiese mi encuentro con las tierras cervantinas de la mano de su mentor universal. Y, así fue cómo nació el libro “Geografía del Quijote. Paisajes y lugares en la narrativa cervantina”, bien entendido que, si bien, yo lo escribí, no hubiera sido posible sin el interés cultural que mostró mi amigo Alfonso Alcocer, quien pudo verse impelido hacia esta empresa dada su formación, también, como Urbanista, de la mano de quien esto suscribe.
Alfonso continuó con su interés en colaborar conmigo, invitándome, en otra ocasión, a presentar una comunicación en el XVII Coloquio Cervantino Internacional, del que era su Director. Allí presenté las tesis ya defendidas en el libro citado, pero, sobre todo, tuve la oportunidad de conocer a Eulalio Ferrer, persona referente del mundo de la comunicación y publicidad en México, poseedor de un bagaje cultural envidiable y, para nosotros, referente de la obra cervantina en México. Suya fue la idea de promocionar el Museo Iconográfico del Quijote, y de los Encuentros Cervantinos que constituían los Coloquios que se celebraban en Guanajuato. Alfonso fue la primera persona que me habló de él, de su paso por un campo de concentración francés, donde conoció a alguien que, a cambio de cigarrillos, le ofreció una edición del Quijote. Durante los días en los que se celebró este Coloquio, junto con Blanca, que me acompañó en este viaje, pudimos disfrutar de la amistad que nos unía, junto con Adriana, la esposa de Alfonso, y con sus hijos, Lorena y Alfonso. Y yo, personalmente, del incomparable marco del Teatro Juárez, donde tuvo lugar el Coloquio. Alfonso tiene, en su haber, un libro monográfico sobre dicho edificio, del que se dice que es el mejor estudio que se ha hecho, del citado teatro, en México.
Y qué decir de los continuos viajes que nos llevaban de España a México, de ida y de vuelta. Las constantes visitas de Alfonso a España, a Valladolid; los paseos por esta ciudad; aquella visita que hicimos a León, a Segovia, esta última con Adriana, nuestros hijos y Blanca; el dolor de espalda que lo dejó inmovilizado en un hotel de Madrid; las cenas en casa; el olor del tequila; el viaje con mi hija Ana a México, a pesar de los reparos de su madre, esta vez, para presentar el libro comentado, lo que hicimos tanto en Guanajuato como Morelia, con una excursión de calidad entre ambas ciudades; las veladas en la singular casa de Manuel en Guanajuato, a manera de una sucesión de terrazas al pie del Pipila; una de ellas con celebración de cumpleaños de mi hija Ana, al coincidir el viaje en un mes de julio; su hermana Nené, que tanto gustó a Ana; la encantadora casa de su madre, en el Paseo de la Presa, donde estuvimos comiendo un día junto con su hermana y Manuel, nuestro amigo común. Y por fin, los últimos viajes, coincidiendo con dos ocasiones que tuve que ir a Aguascalientes, ciudad relativamente cercana a Guanajuato. Las aproveché para reunir, en dos años sucesivos, a Alfonso y Manuel junto con Rodolfo Quintero, otro de mis grandes amigos, también, estudiante del Doctorado, quien, al igual que sus compañeros, alcanzó con brillantez el Grado correspondiente. Estos nuevos encuentros tuvieron lugar, digo, en dos ocasiones, las últimas que conversé con Alfonso.
Por entonces, y como uno de sus últimos intentos por difundir la cultura, estaba empeñado, y casi lo consigue del todo, en poner en marcha un museo creado y gestionado por él. Se trata del “Museo del Siglo XIX de Guanajuato”, al que dedicó sus ya postreros esfuerzos. Pudo abrirlo al público, pero la falta de financiación y las escasísimas ayudas con las que contó, le obligaron a cerrarlo. Sirvió, sin embargo, como lugar de cita, donde me encontré, por última vez con Alfonso. Mi último recuerdo, me transporta al ambiente de dicho museo.
Siempre con la cultura a cuestas, y apoyándose en su condición de Profesor de Historia de la Arquitectura, en la Facultad de Arquitectura de Guanajuato, le encomendaron cargos tan importantes como director del Museo de la Alhóndiga de Granaditas, o el ya mencionado Museo Iconográfico del Quijote, sin olvidar su presencia al frente del Departamento de Difusión Cultural de la citada Facultad. Y como colofón a toda esta historia, plagada de preocupaciones por difundir nuestra herencia cultural, se le concedió la tarea de ser el Cronista Oficial de la Ciudad de Guanajuato.
Gracias, Alfonso, por honrarnos, por honrarme, con tu amistad.
Quede lo dicho a la memoria de un amigo que ya no está con nosotros.
Valladolid, enero de 2017
Alfonso Álvarez Mora
VITTORIA CALZOLARI (1924-2017)
INOLVIDABLE VITTORIA CALZOLARI
Sería el año 1995, con motivo de un viaje a Roma, justificado por una visita Erasmus a los estudiantes de Valladolid que estaban pasando el curso académico en la Universidad de Roma “La Sapienza”, cuando conocí a Vittoria. Fue Paola Falini quien me la presentó, allá en el Departamento de Planificación Territorial y Urbanística que tenía su sede en la vía Flaminia, junto a la Plaza del Popolo. A Paola la había conocido algunos meses antes, en Zamora, a la que invitamos a un curso de verano que la Universidad Complutense de Madrid organizaba en dicha ciudad. Y cito a Paola, refiriéndome a Vittoria, porque las percibí, desde un primer momento, como dos personas, dos profesoras, que se necesitaban mutuamente. Puedo decir, en este sentido, que tanto una como la otra requerían de la estrecha relación que se habían forjado para identificarse y subsistir. Vittoria, más reflexiva, mas romántica, necesitaba del auxilio realista de Paola para caminar con firmeza. Recuerdo, en este sentido, un día que veníamos de la Villa Madama, donde Vittoria había hecho, una vez más, un alarde de sensibilidad e inteligencia, mostrando a sus alumnos los secretos que encerraba dicho monumento, sobre todo, sus jardines. Al volver al centro de Roma, conducía Vittoria un utilitario en medio de una tormenta que se desató por momentos, oscureciendo un medio día como si se tratase de noche cerrada. Las luces del coche, sin embargo, permanecían apagadas, lo que a Vittoria no parecía alertarle, teniendo que ser Paola la que le llamase la atención sobre el peligro que corría.
En aquel primer encuentro, una mañana de diciembre de 1995, en el Departamento de Flaminia, Vittoria me explicó, con todo lujo de detalles, el Plan que habían elaborado, hacía ya algunos años, sobre el Parque del Appia, trabajo, si no el más importante de su carrera, que puede serlo, al menos el más significativo, tanto por su dimensión cultural como, sobre todo, por su importancia de cara a la sistematización, en Roma, del “verde público”. Su idea del paisaje, su conocimiento y proyecto, está estrechamente vinculada al proceso de Planificación Territorial que se alza como garantía, institucional, política y culturalmente hablando, de lo “público”. El Parque del Appia constituye, en este sentido, unas de esas garantías necesarias que deberían procurar a Roma, su realidad aún está por ver, esa cuota de servicios públicos que hiciesen de esta ciudad un lugar habitable. Por ello, para Vittoria, el paisaje no es algo que se vincule, sin más, a la forma del territorio, sino la “…manifestación sensible y perceptiva, en sentido estético, del sistema de relaciones que se determinan en el ambiente biofísico y antrópico, y que caracteriza la relación de las sociedades humanas, y de cada individuo, con el ambiente y con el territorio, con los sitios y los lugares, en los que se desarrollan, habitan y trabajan”. En el Proyecto del Parque del Appia es donde con más rigor, si cabe, se manifiesta esta idea del paisaje como “imagen de la estructura dinámica del territorio”, como producto humano que expresa la diversidad de formas de intervención en un sitio-lugar con el objetivo de procurar la adecuación histórica de lo heredado a necesidades sentidas a lo largo de un dilatado periodo de tiempo.
Lección recibida, aquella mañana de diciembre, en la que, también, percibí a una persona excepcional, poseída de una inteligencia privilegiada, desbordante en su humanidad, acompañando su discurso de unos gestos con los que lograba acreditar sus propios razonamientos. Con una personalidad tan acusada, no podía entenderse su contrario, su compañero de vida, sin una actitud, cuando menos, en consonancia con la fuerza vital de Vittoria. Y así fue como entendí la arrolladora palabra de Mario, su conversación contundente, clara, segura, convincente. Fue ese mismo día, a la tarde, cuando nos reunimos en casa de Paola, donde conocí a Mario. Fue una de las cenas más agradables que he tenido ocasión de disfrutar. Allí estaban Vittoria y Mario, Stefano Garano, al que ya conocía de una visita anterior a Roma, Umberto di Martino, quien sería, en mis años de “sabático” posteriores, un gran compañero de Departamento, por supuesto, Paola y su marido. Blanca y nuestra hija Ana, de tan solo tres años, completábamos el grupo de amigos. Recuerdo, con gran satisfacción, cómo Mario, en un momento de la conversación, citó a Zola como escritor imprescindible para conocer el París del siglo XIX. ¡Ya empezábamos a estar de acuerdo!
De aquel viaje nació la idea volver a Roma para permanecer en esta ciudad, al menos, un año, lo que se verificó, a partir de 1997, con el “sabático” que me concedió la Universidad de Valladolid. Satisfecho con la experiencia, solicité, cinco años más tarde, otra estancia sabática. Y fueron estos años, los dos sabáticos, los cinco intermedios entre ambos y los que restaban hasta 2013, un total de casi 20, en los que se fue fortaleciendo mi amistad con Vittoria, nacida, como no podía ser de otra manera, en torno al Plan del Appia que, con tanto entusiasmo, me mostró en aquella mañana de diciembre de 1995.
A lo largo de todos esos años, pude enriquecerme no sólo de la investigadora infatigable, de la profesora exigente, empezando por ella misma, de la persona culta cuyos encuentros con lo cotidiano no confundían la información con el saber, a favor, siempre, del saber, sino, sobre todo, de la disposición que mostraba hacia todo lo que la rodeaba, de su curiosidad insistente, del hecho que estar ante una persona que irradiaba una crítica amable que no abandonaba nunca el rigor. En Vittoria se reunía todo esto, haciéndote sentir, al mismo tiempo, que no tenías que esforzarte por resultar algo especial para ella. Nunca me sentí inferior a ella, porque su personalidad lo impedía, y eso que había motivos para ello. Su trato era tan sencillo, tan franco, tan natural, que uno no podía menos de pensar que lo mejor que te puede ocurrir en la vida es el encuentro con personas que cultivan la inteligencia, se piense como se piense.
Todo esto nos permitió conocer su Roma, sin complejos, como iguales; encontrarnos en el Parque del Appia; aquel paseo en la barca de su hijo, Francesco, por la costa que recorre Saubadia o el Monte Circeo, con merienda campestre incluida; atendernos como familia, cuando volvíamos a Roma, regularmente, una vez finalizados los “sabáticos”, acompañados de nuestros hijos, a los que tanto Vittoria como Mario colmaban de cariño; tantas visitas a su casa del barrio romano del Parioli, donde los encuentros eran, si cabe, más entrañables aún.
Y luego, antes, afortunadamente, de caer en el sueño del que ya no pudo despertarse, nos permitimos la osadía de emprender la elaboración de un libro en el que se recogía, a manera de compendio antológico, su pensamiento en torno la Paisaje. La propuesta fue mía, pero la estructura del libro, los trabajos y proyectos a incluir, el sentido de la obra, con sus conclusiones, fueron concebidos por ella. Pensando que era una labor, en principio, poco dificultosa, comprobé, a medida que progresaba el trabajo, que para dicho empeño tenía que estar a la altura que exigía Vittoría, lo que me obligó, esta vez sí, a requerirme cierta capacidad que no podía equipararse, por ser de menor entidad, a aquella de la que disponía la propia Vittoria. Al final, el libro vio la luz, acompañado de la muerte de Mario, que no pudo vivir esta dicha para Vittoria, aunque ella sí dispuso del tiempo, apenas unos meses, para agradecer, siempre agradeciendo en su vida, el reconocimiento que le brindábamos. Nuestra intención fue presentar el libro en Roma, en la Academia de España, pero el maldito sueño del alzheimer impuso un silencio incontestable.
Tantas llamadas por teléfono, que manteníamos con cierta frecuencia, quedaron interrumpidas, del mismo modo que se interrumpió, a destiempo, la vida de su hijo Francesco, cuando ella ya estaba fuera de sí, lo que, al menos, le evitó el sufrimiento de ver desaparecer, contra natura, a la persona que había concebido. Es algo muy contradictorio ver a una persona, como Vittoria, privilegiada con una inteligencia que puso al servicio de los demás, sumida en ese sueño artificial que la ha tenido presa en los últimos años de su vida. Agradezco, por ello, a Maria Grazia, la mujer de Francesco, que me permitiese visitarla en uno de mis recientes viajes a Roma, y haberla visto, por última vez, en una pequeña cama que habían colocado en la sala de su casa de Parioli, donde hemos pasado tantos momentos inolvidables. Tampoco olvidaré la última imagen que tengo de ella en aquella ocasión.
Y vino el final. El pasado día 2 de junio falleció, en Roma, nuestra entrañable amiga Vittoria Calzolari. Sumida en un profundo sueño en los últimos años, pero siempre presente, como si su vida no se hubiese extinguido, nunca ha dejado de ser unos de nuestros referentes, científico y, por encima de todo, humano.
Durante el funeral, celebrado el pasado lunes, 5 de junio, en la iglesia de Santa María de Montesanto, en la Plaza del Popolo, sus más allegados amigos tuvimos el privilegio de pronunciar una palabras. Sirvan de homenaje las que le dirigí a ella como despedida y agradecimiento:
“El entusiasmo con el que se enfrentaba Vittoria al espectáculo del paisaje tenía una explicación: Era el encuentro de una persona de cultura con el medio que deseaba transformar desde su conservación. Su cultivado saber, su humildad, que nacía del respeto y comprensión por todo lo que le rodeaba, su infatigable pelear por lo que era justo, apartándose ante el desprecio recibido, sin revancha, con agradecimiento, si cabe, hacían de Vittoria una persona demasiado singular, atenta a la cultura más que a la técnica, comprometida con un mundo que desaparecía, que se mostraba fuera de nuestro control. “Escuchemos a la Profesora”, le decía Petroselli, en sus años de Concejala del Ayuntamiento de Roma. Otra persona de cultura, Petroselli, que deseaba apremiarse de las razones, siempre, culturales de Vittoria. Yo la he sentido de esa manera, paseando por Roma, visitando su queridísimo parque del Appia, escuchando sus intervenciones académicas, valorando, siempre, lo ajeno por encima de sus propios saberes. Meticulosa hasta la extenuación, como tuve ocasión de comprobar cuando estábamos trabajando en el último de sus libros, el que dedicamos, a manera de compendio, a lo más destacado de su obra. Trabajar con ella en esta obra me llenó de satisfacción, hizo de mi un privilegiado testigo de los últimos años de su vida, aquellos en los que aún conservaba su capacidad para pensar. Asistí, entre otras cosas, a la elaboración de su último escrito, aquel que constituía las conclusiones con las que deseaba completar la antología de textos que estructuraban el libro citado. Y fue en esas conclusiones cuando se dejó llevar, una vez más, por los senderos de la cultura para dejar constancia de su necesidad como impulsora del conocimiento. Si ella se entusiasmaba con la persona de Antonio Cederna, unos de sus grandes amigos, por la facilidad que tenía de discurrir en el momento oportuno con la cita literaria que exigía la situación, Vittoria no fue menos en esas conclusiones a las que me refiero. En esta ocasión, de la mano de Passolini. Termina el libro con unas imágenes del Rio Castello, en el entorno de la Torre Chia que restauró Passolini, quien refiriéndose a este paisaje de la Tuscia, así lo cita Vittoria, decía: “Nel paesaggio più bello del mondo, dove l’Ariosto sarebbe impazzito di gioia nel vedersi ricreato con tanta innocenza di querce, colli, acque e botri“ (1966). “Quel che va difeso è tutto il patrimonio nella sua interezza. Tutto, tutto ha un valore…Ciò di cui abbiamo bisogno è di una svolta culturale, un lento sviluppo di coscienza”. Palabras de Passolini que podrían haber sido pronunciadas, perfectamente, por nuestra inolvidable Vittoria.
Y qué decir en lo más personal. Que Mario y Vittoria significaron, para mí, para Blanca, para mis hijos Ana y Antonio, una amistad soñada, un encuentro que apreciamos más allá de convencionalismos. Agradezco el cariño que tenia por nuestros hijos, los encuentros en casa de Paola, la entrañable bondad de Francesco, la inteligencia con la que todo lo observaban, como aquel espectáculo de cigüeñas que tanto impresionó a Vittoria en el viaje que hicimos, junto con Mario, a Salamanca. En fin, agradecerles su sabiduría, tan apreciada por Ana, a quien Mario siempre le impresionó que una niña de once años lo considerase joven a pesar de su más de ochenta años. Pero, a pesar de que todo esto nos lo ha arrebatado el tiempo, permanece preso en la memoria.
Valladolid, junio de 2017
Alfonso Álvarez Mora
*Como homenaje del IUU, dejamos disponibles para descargar las conclusiones del libro a las que hace referencia Alfonso en su texto.
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