Explorando las escalas intermedias: prácticas y experiencias en las dimensiones territoriales no institucionales
Ciudades 23, 2020
SECCIÓN MONOGRÁFICA
Stefano DI VITA
Medium-sized cities, intermediate scales and planning. Potential processes and missing tools in Brescia
Fulvio ADOBATI & Emanuele GARDA
Governance, institutional stewardship and local identity: the Area Regional Territorial Plans experience in Lombardy
Rafael CÓRDOBA HERNÁNDEZ & Daniel MORCILLO ÁLVAREZ
Marco territorial de la producción de espacio en la región funcional de Madrid
Eloy SOLÍS TRAPERO & Inmaculada MOHÍNO SANZ
Los convenios de colaboración y acuerdos de cooperación entre Comunidades Autónomas. Pensar y actuar sobre nuevos territorios
SECCIÓN MISCELÁNEA
Ksenija KRSMANOVIC
Two faces of Belgrade waterfront: The contradictory creation of new urban identity
Nausicaa PEZZONI
An alternative image of the city: maps by migrants to explore contemporary urban landscape
María del Socorro PÉREZ-RINCÓN FERNÁNDEZ
Feminismo popular contra la desposesión y la transformación urbana neoliberal: la experiencia del Pedregal de Santo Domingo de la Ciudad de México
Janice ARGAILLOT
Renovación de La Habana: ¿un nuevo espacio para los habitantes?
Fernanda DE LIMA LOURENCETTI
Uma perspetiva histórica da área envolvente da Estação de Vigo-Urzaiz
SECCIÓN FINAL
Mario PARIS
Reseña: City on a Hill: Urban Idealism in America from the Puritans to the Present
En 1892, P. Geddes compró por 1.385 libras en una subasta pública el Observatorio Short en Edimburgo. Este edificio, algo entre medias entre un laboratorio científico y una atracción para turistas, se convirtió en su taller (el Outlook Tower) y más aún, en un dispositivo para aprender y ensenar el arte de observar la ciudad. Desde su terraza se podía abarcar todo el espacio urbano, una vista sinóptica de toda la complejidad del sistema (from above). Al entrar en su cámara obscura se podrían apreciar los detalles, destacando los fragmentos e interpretando las relaciones existentes. En sus cinco plantas se presentaban imágenes, textos, piezas de distintas dimensión y naturaleza. Todo aquello ponía el espacio de la ciudad en su relación con Escocia, los países de habla inglesa, Europa y el mundo entero. Un verdadero recorrido multi-medial e inter-escalar en el que entender que la ciudad, cada vez más, tenía un contexto y se situaba en el centro de redes de flujos, relaciones e intercambios. Además, para aprender de verdad a observar la ciudad, Geddes fomentaba también la idea de andar por ella, caminando en los espacios/objetos de estudio, experimentando su dimensión y percibiendo estímulos (walking through). Para acabar el proceso, una vez entendido mejor el espacio, había también que trabajar en ello (working on the field), para que el saber experto del científico fuese de verdad útil y eficaz.
Su afán para entender el campo de trabajo del planificador se convirtió en un esfuerzo extraordinario para leer los condicionantes y las interacciones que la ciudad —como máxima expresión de la actividad humana— tenía sobre su contexto (“el valle”). La dimensión del valle es variable, marcada por el sistema de relaciones, presiones e impactos que afectan la región, entendida como su área funcional. Según Geddes, la mirada transescalar y multidisciplinar del planificador tenía que destacar que la región se expresa dentro de la ciudad, en sus actividades, sus formas de producir y de transformar los bienes, de moverse, de encontrarse. Captar la combinación entre medioambiente, organismos y funciones (folk/work/place) era la llave para comprender —en el doble sentido de esta palabra, el de “entender” y de “abarcar”— la ciudad y todas las piezas por la que está compuesta (Small, 2004). Más de un siglo después, parece que no hemos avanzado mucho en este proceso. Hoy en día, muchos paradigmas interpretativos consolidados, basados en referencias conceptuales desactualizadas, ya no son eficaces para explicar unos territorios europeos heterogéneos y dinámicos. Es decir, como ha dicho B. Secchi (2000), en la mayor parte de contribuciones que se han producido sobre la ciudad contemporánea, solo unos pocos autores han llegado a tratar este tema de una forma técnicamente pertinente. La eficacia de las reflexiones sobre la ciudad sigue siendo escasa y una de las causas de esta falta de pertinencia se debe a la persistencia de ideas consolidadas (como el “límite”, la “jerarquía”, el “orden”) y oposiciones metodológicas (“ciudad/campo”, “centro-periferia”, etc.) que ya no representan una realidad que se está haciendo cada vez más compleja, interconectada y plural.
Por ello, la investigación que se plantea en la sección monográfica de este número de la revista Ciudades se centra en algunos trabajos sobre el territorio contemporáneo y sus transformaciones marcadas por un enfoque alternativo a las lecturas que se han producido hasta tiempos muy recientes dentro de los estudios urbanos. A través de ellas, se propone de identificar aquellos puntos de vista en los que prevalece un análisis sistemático del territorio, en los que las “lecturas sintomáticas” (Amin & Thrift, 2002) y el “vértigo de la analogía” (Bouveresse, 1999) y de las catalogaciones descriptivas (Cattedra & Governa, 2011) se sustituyen por la producción de un conocimiento espacial (Paris, 2017; Paris & De las Rivas, 2018) útil para comprender la realidad actual y poder trabajar en ella. Es decir, se vuelven a acercar las dimensiones de la ciudad de jure y de la ciudad de facto (Calafati, 2013). Este esfuerzo no se funda en la búsqueda de un nuevo paradigma que sustituya el actual —aún arraigado a las categorías modernas y sus negaciones— ni pretende ser exhaustivo. Al revés, se basa en la construcción colaborativa de un conocimiento (Bereiter & Scardamalia, 2003; Scardamalia, 2002) en el que un abanico de conceptos, técnicas y prácticas en su conjunto sirven como referencia en la actividad de interpretación del territorio, y así soportar el planeamiento de nuevas acciones. Dentro de la disciplina urbanística, la tarea se traduce en un triple proceso: actualizar ideas consolidadas y adaptarlas para que sean útiles cuando se investigan fenómenos nuevos; producir conceptos originales, que integren —y a veces superen— el conocimiento actual; y seguir afinando las herramientas que permitan relacionar ideas y espacios, territorios y lecturas.
Por ello, en la sección monográfica se propone una reflexión sobre el tema de las escalas intermedias de análisis de los fenómenos urbanos como instrumentos de análisis y proyecto. Es decir, se considera que estas dimensiones “meso”, que interesan ámbitos subregionales, intermunicipales y metropolitanos o de distrito/barrio sean ‘giuste distanze’ (dimensiones adecuadas) para detectar (i.) algunas tendencias en los procesos de transformación del territorio (post-)metropolitano, (ii.) ciertas debilidades en sus patrones de desarrollo y (iii.) nuevas figuras interpretativas para unos fenómenos que serían indescifrables a través de un enfoque basado en escalas convencionales. Una de las razones es que en la mayoría de las interpretaciones predomina una lectura dependiente de escalas basadas en el modelo administrativo —Estado; Región; Provincia y Municipio—, que sirven para elaborar el soporte estadístico vigente. Sin embargo, tal y como han ido detectando diversos autores desde distintas perspectivas (entre ellos, Portas, Domingues & Cabral, 2011), lo urbano contemporáneo se resiste a someterse a dichos límites y tiende a configurarse de forma compleja, con lógicas de adaptación a las condiciones locales.
Ante la convocatoria realizada por esta revista, los artículos recibidos han aportado diferentes enfoques que ilustran el estado actual del debate sobre la escala de los fenómenos urbanos y sus variables dimensiones. Siguiendo el ejemplo de Geddes, intentan mirar el espacio de las ciudades y de los sistemas territoriales desde múltiples puntos de vista (desde arriba, recorriendo el campo, trabajando en ello) o integrando más de uno de ellos, y trabajando en ellos a través de distintas metodologías.
Dos artículos discuten la efectividad de las escalas de las herramientas corrientes del planeamiento. El de Stefano Di Vita realiza un claro análisis de las dinámicas de transformación de una ciudad media italiana (Brescia) y del proceso —todavía inacabado— de transición de esta “ciudad fractal” hacia una economía post-fordista. Su estudio pone en evidencia cómo las herramientas del planeamiento utilizadas para gobernar esta transición, arraigadas a escalas y enfoques tradicionales, no parecen responder de una forma eficaz a las necesidades de un sistema urbano. La ciudad es uno de los nodos urbanos de la región urbana del norte de Italia y muestra caracteres post-metropolitanos. Esta dimensión variable y multi-escalar, además de un desafío, es una oportunidad para probar y afinar una nueva agenda estratégica para un área metropolitana compleja y no reconocida a nivel institucional. La necesidad de planes y herramientas urbanísticas marcadas por una nueva sensibilidad hacia las condiciones y los condicionantes locales se destaca también en el artículo de Fulvio Adobati y Emanuele Garda. Los autores comparan dos Piani Territoriali Regionali d’Area (PTRA Alpine Valleys y PTRA Franciacorta) desarrollados en áreas donde coexisten dinámicas metropolitanas y periféricas. Este análisis pone en evidencia como una nueva generación de planes flexibles, selectivos y voluntarios puede soportar formas integradas y eficaces de planeamiento territorial para ámbitos homogéneos distribuidos en distintos municipios —zonas urbanas y rurales, la montaña, espacios de la agricultura de calidad, etc.—. A la vez, en las conclusiones se destacan también límites y temas abiertos sobre los que todavía hay que avanzar.
Otras tres contribuciones reflexionan sobre la dimensión regional para detectar problemas y oportunidades en territorios con densidades y dinámicas muy diferentes entre sí. En su artículo, Catherine Dezio muestra cómo las relaciones entre recursos no utilizados, dinámicas antrópicas y paisajes originales también tienen una escala poco evidente y reconocida, a pesar de la presencia generalizada y transversal de espacios y edificios abandonados en las áreas rurales. Para ello se introduce la biorregión como dimensión, para detectar ámbitos privilegiados de análisis y trabajo para arrancar procesos de regeneración, y como metodología para detectar potenciales y oportunidades en los territorios “frágiles”. Rafael Córdoba Hernández y Daniel Morcillo Álvarez destacan cómo la escasa correspondencia entre dinámicas urbanas y herramientas de control, en un contexto de desregulación y fuertes presiones inmobiliarias, puede llevar a un modelo territorial ausente, donde la dispersión de materiales urbanos en una escala regional puede llevar a un empeoramiento de las condiciones de vida de sus habitantes y un crecimiento de las contradicciones sociales ya existentes en la actualidad. Eloy Solís Trapero e Inmaculada Mohíno Sanz tratan la cooperación entre Comunidades Autónomas y la dimensión extra-regional como un campo de acción donde todavía los limites administrativos representan un reto. Para ello, la planificación y gestión de los territorios se tendría que ejercer menos en regiones discretas, claramente definidas y más en soft spaces, con geometrías variables y multidimensionales.
Dos contribuciones proponen una reflexión sobre los límites, las contradicciones y las oportunidades en la relación entre planeamiento local y herramientas sectoriales a partir de espacios fluviales. En su artículo Marta Donadei discute del conflicto medioambiental generado por un proyecto de grande infraestructura en el estuario del Guadalquivir. El estudio incluye un interesante análisis de los actores involucrados y de la falta de perspectivas integradoras en los procesos de decisión y gestión del territorio. Ksenija Krsmanovic, a partir del caso de Belgrado, y comparando distintas fases del proceso de regeneración de la ribera del Rio Sava, pone en evidencia como aspectos relacionados con la gestión de las operaciones y de la participación ciudadana afectan de forma distinta la identidad de los lugares y de la ciudad en su conjunto.
Junto al anterior, tres artículos, el de Nausicaa Pezzoni, el de María del Socorro Pérez-Rincón Fernández y el de Janice Argaillot, trabajan sobre el tema de la identidad urbana a partir de puntos de vistas relacionados con poblaciones específicas. El primero propone una metodología original —basada en mapas desarrollados por inmigrantes, vistos como habitantes temporales de las áreas urbanas— para detectar una imagen alternativa y sin mediaciones de los sistemas urbanos. A través de ello se discute el significado y las formas de vida transitoria en los territorios de la contemporaneidad. El segundo pone en evidencia la capacidad de las mujeres para construir proyectos urbanos paralelos y denunciar procesos de transformación urbana a través de un estudio de caso en El Pedregal de Santo Domingo. El tercero relata el papel de los habitantes de la ciudad de La Habana en el proceso de “reconstrucción” de un espacio cotidiano, y en una Revolución que el Período Especial había debilitado.
Por último, el artículo de Fernanda De Lima Lourencetti vuelve al tema de la identidad urbana a la escala del barrio, con una revisión crítica del proceso de rescate de una memoria del tejido urbano del lado este de la ciudad de Vigo mediante el análisis de informaciones bibliográficas, cartográficas y documentales.
A pesar de las diferencias de enfoques y de escala entre los artículos, es importante destacar cómo todos ellos tratan de mirar la ciudad, el territorio y sus fenómenos introduciendo nuevas miradas o nuevos puntos de vista. Esta variedad, que hubiera gustado a P. Geddes, es el primer paso para conocer mejor el objeto de estudio y para enfrentarse al trabajo constante y exigente de su mantenimiento, su gestión y su mejora. Vivimos tiempos excepcionales, en los que el futuro es incierto, y hemos visto que las rutinas que teníamos en el pasado pueden cambiar de una forma radical y repentina. Puede que no podamos cambiar el mundo desde la torre que hemos construido con este número de la revista, pero parece que vamos a necesitar cada vez más observatorios como este para mirar a un mundo que ha cambiado y cambiará de forma radical.
Milán, mayo de 2020
Referencias bibliográficas
Amin, Ash & Thrift, Nigel (2002), Cities: Reimagining the Urban, Cambridge (RU), Polity Press.
Bereiter, Carl & Scardamalia, Marlene (2003), “Learning to work successfully with knowledge”, en Decorte, Erik et al. -coords.- Unraveling basic components and dimensions of powerful learning environments, Oxford, Pergamon/Elsevier Science, pp. 55-68.
Bouveresse, Jacques (1999), Prodiges et vertiges de l’analogie. De l’abus des belles-lettres dans la pensée, Montreal, Editions Liber.
Calafati, Antonio (2013), “Città e aree metropolitane in Italia”, en GSSI Urban Studies Working Paper, núm. 1. DOI: https://doi.org/10.2139/ssrn.2369323.
Cattedra, Raffaele & Governa, Francesca (2011), “Definizioni di città: concetti e teorie nella geografia urbana”, en Governa, Francesca & Memoli, Maurizio -ed.-. Geografie dell’urbano: spazi, politiche, pratiche della città, Roma, Carocci, pp. 43-81.
Paris, Mario (2017), “Which kind of spatial knowledge supporting smart governance? Two experiences in Castilla y León and Veneto”, en Territorio, núm. 83, pp. 62-67. DOI: https://doi.org/10.3280/TR2017-083008.
Paris, Mario & De las Rivas, Juan Luis (2018), “Spatial knowledge and regional governance: toward an alternative map of Castilla y Leon (Spain)”, en Dotti, Nicola Francesco -ed.- Knowledge, Policymaking and Learning for European Cities and Regions, Bruselas, Edward Elgar Ed., pp. 71-82. DOI: https://doi.org/10.4337/9781786433640.00016.
Portas, Nuno; Domingues, Alvaro & Cabral, Joao (2011), Políticas urbanas I: Tendências, estratégias e oportunidades, Lisboa, Fundação Calouste Gulbenkian.
Scardamalia, Marlene (2002), “Collective cognitive responsibility for the advancement of knowledge”, en Smith, Barry & Bereiter, Carl -eds.- Liberal education in a knowledge society, Chicago, Open Court, pp. 67-98.
Secchi, Bernardo (2000), Prima lezione di urbanistica, Roma, Editori Laterza.
Small, Mike (2004), “Review of Lewis Mumford and Patrick Geddes – The correspondence, Novak, Frank G (ed)”, en Journal of Generalism and Civics.
Bubi Campos, en el recuerdo
Del “Caro architetto” al “Alfonso, carissimo, vecchio amico…”
Acabábamos de escribir el libro sobre los Centros Urbanos. Era el año 1980 cuando se nos ocurrió, a Fernando y a mí, enviárselo a Giuseppe Campos Venuti, al que aún no conocíamos personalmente, para que lo prologase. La respuesta no se hizo esperar. Nos dijo que lo leería en su tiempo de descanso, allá en la isla de Elba, aunque ya nos adelantaba que solo lo haría si estuviese de acuerdo con el contenido del texto. En una carta que recibí para comunicarme esta decisión, se dirigía a mí como “Caro architetto”. Algo más de veinte años después, en 2001, me dedicó su pequeño libro, Territorio, con un tono muy diferente: “Alfonso, carissimo, vecchio amico…”. Qué diferente era la entrañable relación que, por entonces, nos unía.
Al final, no fue posible el prólogo que le solicitábamos, al no llegar a buen puerto esos acuerdos que él consideraba imprescindibles para llevarlo a cabo. Tuvo la honradez, eso sí, de relatar en un nueva carta el porqué de su rechazo a prologar nuestro libro, argumentando que no podía aceptar nuestro punto de vista “catastrofista” que, según él, manteníamos a propósito del devenir de los centros urbanos. No es mi deseo entrar ahora en polémica (porque ya lo hice, en su día, con el propio Campos), ya que pienso que hubo más malentendidos que otra cosa. Aunque la verdad es que nuestra aún inmadura formación nos alentaba a posiciones radicales que se deleitaban más en el “campo de batalla” que en el de las “reformas”.
Mi relación con Bubi Campos comenzó antes de conocerle personalmente. En una mesa rodeado de alumnos (ya que se trataba de una clase que estaba impartiendo en la Escuela de Madrid), allá por el curso 1979/80 explicaba, siguiendo un artículo fotocopiado en el que se reseñaba el Plan de Pavía, el cual fue redactado por Campos Venuti y Federico Oliva, con la asesoría externa, creo, de Giovanni Astengo, explicaba, digo, los contenidos y las propuestas de dicho plan. Seguramente estaría resaltando lo que más me llamó la atención del mismo: la opción tomada a favor de lo que llamaban el “plan de servicios” como primera medida a tomar para fortalecerlo como auténtica espina dorsal de la alternativa adoptada. Se quería decir, con ello, que había que empezar por establecer las necesidades que demandaban los ciudadanos, la urgencia en su satisfacción, haciendo del plan, por tanto, un instrumento en el que se compaginase el “hacer inmediato” con el “planeamiento futuro”, lo que, años más tarde, definiría el propio Campos con la frase-concepto “planning by doing”. Desde entonces, no he dejado de tener en consideración esta idea, concibiendo el Planeamiento desde esa concepción que inequívocamente lo involucra con necesidades reales, sentidas por una población real; muy alejado, por tanto, de posiciones reaccionarias, las que fomentan desigualdades e injusticias urbanas derivadas de esa manera de hacer ciudad sujeta a la lógica de la renta del suelo. El pensamiento de Campos, en este sentido, comenzó a hacer mella en mí, como digo, mucho antes de conocerle personalmente, cuando aún no había tenido ocasión de “chocar” con su fuerte personalidad.
Personalidad que tuve ocasión de conocer, por primera vez, en Córdoba, donde nos encontrábamos redactando el Plan General, adjudicado a Nacho Ugalde y a su equipo en 1980, cuando el Ayuntamiento estaba regido por Julio Anguita. Estábamos en Córdoba porque se había convocado una reunión de coordinación del Plan, a la que se había invitado, como asesores, a Campos Venuti y a Nuno Portas. Por aquella ocasión ya le habíamos escrito para que nos prologase el libro sobre los centros urbanos, aunque aún no habíamos recibido la contestación citada. Aproveché para presentarme y decirle que yo era el que me había dirigido a él. Ya conocemos el resto de la historia.
Pero fue dos años más tarde, en 1982, cuando sentí con fuerza (por no decir con cierta violencia intelectual) el peso de sus ideas. Habíamos sido invitados, ambos, por la entonces Diputación Provincial de Madrid para impartir una conferencia al unísono sobre el concepto de patrimonio, en el marco de unas jornadas dedicadas a los estudios sobre la provincia de Madrid. Mi ingenuidad me traicionó, una vez más, al meterme en cuestiones referidas a la cultura italiana que yo ignoraba, pero que estaban muy presentes en Campos. El hecho es que, en la idea que estaba elaborando, por entones, a propósito del concepto de “patrimonio”, ocupaba un lugar destacado el pensamiento de Gustavo Giovannoni. Y así fue como elevé dicho pensamiento más allá de lo que me podía permitir Bubi Campos, al plantear la cuestión, fundamental para mí, del “ambiente” para establecer pautas urbanísticas en la valoración de los bienes patrimoniales. Terminada mi exposición, y tomando la palabra Campos, me tachó de ignorante ante el desconocimiento que tenía de lo que había representado (nefasta representación) Gustavo Giovannoni en la cultura arquitectónico-urbanística italiana. “Mi amigo Álvarez Mora -dijo Campos, y cito de memoria, con una potente sonoridad- no sabe que Giovannoni fue un fascista que, como tal, siguió los dictados más reaccionarios a la hora de intervenir en la ciudad, muy especialmente en Roma. Las aperturas viarias que planteó en el Barrio del Tridente, en Roma, fueron un atentado contra la dignidad”. Menos mal que aquellas jornadas acabaron pronto, iniciándose, a partir de entonces, el camino hacia una amistad que se fue consolidando a medida que pasaba el tiempo, no faltando, de vez en cuando, lo que me hizo apreciarla mucho más: sinceras críticas mezcladas con entrañables afectos.
La puesta en marcha de los programas Erasmus nos brindó la oportunidad de establecer relaciones institucionales con otras universidades europeas, sobre todo de índole docente e investigador. Debido a los primeros contactos que ya habíamos tenido con Campos Venuti, comenzamos nuestro tour europeo visitando el Politécnico de Milán, donde Bubi Campos era, por entonces (1988/90), catedrático de Urbanística. Fue el momento de pasar del mero conocimiento personal al intercambio institucional, tanto de profesores como de alumnos. Realizamos un primer viaje a MiIán, donde nos reencontramos con él, entablando relación con sus más estrechos colaboradores, como era el caso de Federico Oliva y Valeria Erba. Así comenzó una intensa colaboración, de ida y vuelta, que a nosotros nos llevaba a Milán, y a los milaneses a Valladolid, creando un ambiente universitario común que apenas nos hizo sentir los cambios de aulas que acogían nuestros respectivos magisterios. Conseguimos crear la sensación de un único hacer universitario, ya estuviésemos en Milán o en Valladolid, dos espacios para una misma experiencia vital. También para las discusiones, a veces acaloradas, que seguía manteniendo con Bubi Campos.
Fue en esta ocasión, en el año 1991, en una de esas visitas a Milán para impartir docencia en el marco del Programa Erasmus, cuando tuve, de nuevo, la oportunidad de pasar unas horas con él, y no se me ocurrió otra cosa que sacar el tema de Madrid y de cómo valoraba su experiencia como asesor del Plan de 1983, una vez que dicho plan ya había sido aprobado y puesto en marcha. Cometí la torpeza, una vez más, de adelantarme a su respuesta, atacando la actitud adoptada por los partidos políticos, los representados en el Consistorio Municipal, quienes se habían empeñado en eliminar, hasta casi hacerlos desaparecer, a los movimientos vecinales que los habían aupado al gobierno del Ayuntamiento. La democracia municipal, le decía a Campos, había acabado con la “democracia popular”, con los “movimientos vecinales”, con las “asociaciones de vecinos”. La respuesta de Campos fue contundente: Así tenia que ser, ya que los dirigentes de aquellos “movimientos” estaban representando, desde las instituciones democráticas para las que habían sido elegidos, a los ciudadanos que habían luchado durante los años pre-democráticos por conseguir mejores condiciones de vida. Ahora, proseguía Campos, les tocaba luchar a sus líderes, pero desde las instituciones que representaban. Una “democracia real”, le contesté, solo puede sostenerse sobre “movimientos de base” que actúan como “memoria crítica” del sistema. A los lideres no se les puede dejar solos.
Nuestras posiciones quedaron muy claras, siendo consciente, a partir de entonces, que teníamos puntos de vista diferentes dentro del denominador común que nos identificaba como militantes comunistas. Posiblemente, lo que ocurría es que a mí se me podría tildar de “izquierdista”, es decir, de seguir padeciendo lo que Lenin calificaba como “enfermedad infantil del comunismo”, cosa de la que mi amigo Bubi hacía tiempo que se había desprendido. Pero todas estas discrepancias, afortunadamente, abrieron el camino hacia una relación en la que convivieron el respeto y la consideración del uno hacia el otro, con un entrañable acercamiento que procuraba situaciones de amistad incondicional.
Y así fue como comenzamos a solicitarnos mutuamente, organizando encuentros académicos, reuniéndonos con amigos comunes en torno a un tema de discusión, siempre a propósito de casuísticas urbanísticas, culminando, todo ello, con su nombramiento, por iniciativa mía, como Doctor Honoris Causa por la Universidad de Valladolid, siendo yo por entonces (1996) director de la Escuela de Arquitectura. Recuerdo que, para acompañarle en esta investidura, se acercaron a Valladolid algunos de sus amigos españoles y portugueses, entre los que estaban Oriol Bohigas, Eduardo Mangada, Nuno Portas, Javier García Bellido, Jesús Gago… Campos se sintió muy honrado con este nombramiento, recordándomelo siempre que nos veíamos (al igual que el hecho de haberlo compartido con Francisco Rico, sobre quien recayó el mismo título ese día).
Todo lo demás, que fue mucho, se fue inscribiendo en este respeto, en la enorme consideración en la que siempre lo he tenido, en lo importante, en suma, que ha sido para mi. Y, por ello, me esforzaba en ofrecerle lo mejor de nuestra condición de estudiosos del Urbanismo, como fueron las jornadas que organizamos en Valladolid en 1995, un año antes de su nombramiento como Doctor Honoris Causa. Reunidos en torno al tema “Planificar la Ciudad, Proyectar la Arquitectura”, convoqué a Roberto Fernández, procedente de Argentina; a Nuno Portas, a Carlo Aymonino (con quien no coincidía Campos hacía ya bastante tiempo), sin olvidar a Eduardo Mangada. O aquellas otras Jornadas (2001) en las que discutimos sobre todo lo que tenía que ver, en materia de Urbanismo, con las relaciones Italia-España. En esta ocasión, contamos, aparte de con el propio Campos, con Federico Oliva, Eduardo Leyra, Antonio Font y Fernando Roch. Fue entonces cuando me regaló ese pequeño libro, Territorio, al que acompañaba la dedicatoria que encabeza este escrito.
Fue tal el interés que me suscitó este texto, un resumen esplendido, como solo él podía hacerlo, de lo que el Urbanismo y la Planificación Urbana habían dado de sí durante el siglo XX, que tomé la decisión de traducirlo para publicarlo en nuestro país. Pensé, para ello, en la posibilidad de reunir, una vez más, a los amigos españoles de Campos, a los que les solicité un escrito para acompañar al libro en ciernes, lo que dio lugar a una publicación final que presentamos en 2004, en el Círculo de Bellas Artes de Madrid. En dicho libro, como digo, y junto al texto de Campos, aparecen escritos de Eduardo Leira, Oriol Bohihas y Fernando Roch. Tras la presentación citada, homenajeamos a Bubi Campos, que se había desplazado de Bolonia a Madrid para asistir a la presentación del libro, con una cena en el café Gijón.
Mi relación con Campos se ha asemejado a una envolvente helicoidal que ha ido alcanzando el cielo a medida que se aupaba hacia el firmamento, dejándose por el camino la hipotética dureza de su personalidad que solo algunos privilegiados, como es mi caso, han visto convertirse en una ternura que se ocultaba en rincones ocultos en los que no se dejaba ver. A esos rincones me dejaba acceder a medida que nuestra amistad cobraba significados precisos. Como aquella despedida, en Roma, en 1998, después de finalizar mi primer año sabático en esa ciudad, tomando una cerveza en la Plaza del Panteón. O la cena que nos reunió en casa de Stefano Garano, en octubre de 2002, cuando nos desplazamos toda mi familia a Roma (Blanca, Ana, Antonio y yo mismo), y a la que no faltaron Bubi y Gloria, que fueron expresamente desde Bolonia para estar con nosotros. O las atenciones sinceras que recibí durante mi segundo año sabático, también en Roma (era el curso 2003/04), poniéndose a mi disposición para que pudiese acceder a los archivos de determinadas instituciones que solo él controlaba. O el encuentro en Barcelona, allá por septiembre de 2004, cuando estaba participando en el «Forum 2004», en el hotel donde se hospedaban él y Gloria.
Hasta llegar a los últimos momentos, cuando esa ternura ya no dejaba ver la dureza que, antaño, más se apreciaba. “Caro Alfonso, me decía, en julio de 2015, cuando le envié el número de Ciudades que le dedicamos, Come ringraziare per questo nuovo, bellissimo regalo… Mille volte grazie. Purtroppo la contro-riforma urbanistica è all’ordine del giorno. Ed io me ne sono occupato tanto in passato… Ti abbraccio, caro amico…”. Poco más tarde, un concurso docente en el Politécnico de Milán, al que fui invitado por expreso deseo de Bubi Campos, me llevó a Bolonia junto con Federico Oliva, Paolo Galuzzi y Laura Pogliani, compartiendo, en su casa, otros momentos inolvidables. Dio la casualidad que un mes más tarde de este encuentro volví a Bolonia, por motivos de un congreso, lo que me permitió ver de nuevo a Bubi, en esta ocasión, por última vez. Recuerdo sus palabras de despedida en la puerta de su casa: “Tu sei un vero amico…”. Tanto Blanca, que me acompañaba en esta ocasión, como yo, percibimos que aquellas palabras expresaban una verdadera despedida.
Después todo fueron lamentos y tristezas, al ver cómo la personalidad de Campos se iba diluyendo poco a poco, de lo que él se daba cuenta al no perder, en ningún momento, su eterna claridad mental. Mis últimos recuerdos son los lamentos y resignación de una persona que puede decir que ha vivido: “Caro Alfonso, me escribía en 2015/16, scusami ma non riesco più a scrivere, né parlare… grazie per ricordarti ancora di me; purtroppo sto peggiorando, ma l’affetto degli amici mi è sempre caro. Un ‘fuerte’ abbraccio, Bubi”.
No quisiera terminar este texto sin hacer referencia a lo que, para mí, es la gran aportación de Campos a la “práctica-administración del Urbanismo”. He eludido, hasta ahora, todas estas cuestiones, ya que mi deseo ha sido recordar al amigo. Aun así, no puedo evitar decir dos palabras de lo que yo pienso a ese respecto. Todo el elenco de profesionales, estudiosos, investigadores, docentes, teóricos, administradores, etcétera, que se han ocupado de lo que, en términos generales, llamamos Urbanismo, más concretamente, de la Planificación Urbana y Territorial, han centrado su atención, sobre todo, en desarrollar el alcance de los “instrumentos urbanísticos” puestos al servicio de la Planificación Urbana. Se han privilegiado, en este sentido, los mecanismos a implementar, obviando el conocimiento del objeto a intervenir, que no es otro que la ciudad y, en su caso, el territorio. Se ha insistido más a propósito de los instrumentos de intervención que se aplican a un objeto, la ciudad, que en el conocimiento de esta última. El resultado no ha podido ser más evidente: un desconocimiento de cómo se ha producido y cuál ha sido el comportamiento histórico de la ciudad sobre la que se quiere intervenir. Se están procurando, en suma, alternativas a una entidad espacial de la que no se conoce su comportamiento. ¿No se deduce de esta contradicción el fracaso de la Planificación Urbana? Pues bien, Campos Venuti, en su práctica como administrador del Urbanismo, deriva sus propuestas alternativas, el alcance, por tanto, de los mecanismos de intervención, del comportamiento patológico que, bajo su punto de vista, padece la ciudad, para lo cual no ha tenido más remedio que indagar en sus causas. Esta patología, según Campos, es una consecuencia de la implantación del “modelo urbano de la renta del suelo”. Apostar por la liquidación de este modelo es el objetivo de la Planificación Urbana, lo que procura esa conexión entre Plan y Conocimiento, aspecto este, decimos, ausente de las prácticas más habituales que identifican a la Planificación Urbana. Campos ha sido un luchador contra la renta urbana, consciente, como lo era, de su carácter determinante en los procesos de producción espacial que más desigualdades e injusticias aportaban a la ciudad.
Y es que la lucha por la libertad, que Campos esgrimió en su etapa de resistencia al fascismo, la ha trasladado a esa manera de entender la ciudad como ámbito donde deben deambular esas otras “libertades urbanas”, que la hacen un lugar para la vida, no para el negocio inmobiliario.
Alfonso Álvarez Mora, octubre de 2019
Giuseppe Campos Venuti, Alfonso Álvarez Mora y Federico Oliva (fallecido en 2018)
Sturm und Drang al politecnico
Las tres de la tarde no es la mejor hora para asistir a clase. Menos en el caldeado ambiente de un aula del Trifoglio en la Escuela de Arquitectura y para asistir a alguna densa lezzione de Urbanistica, en italiano, tras carreras por los poblados espacios y pasillos del inmenso Politécnico de Milano. La incorregible costumbre hispana de comer sentado a mediodía y la pesada pasta de la Mensa universitaria, no mejoraban la situación, pero tampoco conseguían anular la “obligación” del grupito de spagnoli para la clase teórica del prestigioso professore. Máxime al ser conscientes de nuestra condición de “privilegio controllato”, como Erasmus de generación pionera allá en el curso 1990-91.
Campos Venutti atraía hasta llenar el aula a un nutrido público de estudiantes de laurea, algún doctorando visitante y por supuesto todos sus asistentes y colaboradores, en unas clases teóricas que él “imponía” obligatorias y su cualidad de orador le llevaba a unos discursos –hoy se añoran, magistrales– en los que exaltaba sus ideas, combinando datos y ejemplos de su ya enorme experiencia profesional con referencias y lecturas de la Historia e historias –no solo de la disciplina–, la Economía o la Política, europeas, italianas o españolas. A menudo con mucha vehemencia, también con ironía, su vozarrón se elevaba enfatizando la alocución y, como buen docente, modulando la atención de los oyentes e insertando la pausa o silencio estratégico para permitirnos tomar alguna nota.
¡Vergogna!, ¡Vergogna!, tronaba en el aula y también, mágica coincidencia, la tormenta exterior en el pomeriggio milanés, cuando un compañero cabeceante por las primeras filas se despierta al trueno coincidente de Campos y del aguacero externo. Miradas entorno, sonrisas disimuladas entre el grupo y la clase Centi mille, milliardi alloggi… siguió. La vergüenza no clamaba, para su sobresaltada tranquilidad, sobre el alumno víctima del sopor, sino sobre el sprecco –despilfarro– inmobiliario italiano que las políticas latinas venían desde la postguerra fomentando en las “naciones de propietarios” de vivienda.
Recordaremos siempre este momento, anécdota entre tantas que nos dejó –y marcó esa etapa vital–, con el privilegio de su trato y enseñanzas, el gran Urbanista y Profesor. También fuimos descubriendo sus trabajos, sus libros, sus viajes guiados –imposible no recordar Bolonia explicada por él–, más tarde sus batallas, renuncias, consejos y muchas charlas. Detrás de su imponente figura y la austera distancia de respetable profesor –coquetamente cultivadas–, del político e intelectual riguroso, acreditado experto internacional y mito viviente de la historia política italiana, pronto descubrimos que el profesor tronante era un hombre afable, próximo, divertido, y extraordinariamente generoso, en sus ideas, trato e incluso calificaciones académicas.
Como todos los verdaderos sabios, sencillo, asequible y atento a todo y a todos. Luego vendrían sus frecuentes visitas a Valladolid y al Instituto –IUU–, el Honoris Causa, y sus siempre amigables recomendaciones, críticas o estímulos en forma de conferencias o cafés. Su influencia en el Urbanismo ha sido enorme. Algunos podemos decir, agradecidos, que nos cambió la vida.
Gregorio Vázquez Justel, octubre de 2019
En memoria de Miguel Ángel Troitiño Vinuesa
“El patrimonio construido es algo así como el esqueleto cultural del territorio y su puesta en movimiento es, sin duda, un poderoso instrumento para el logro de una buena calidad de vida” (cita del artículo de Miguel Ángel Troitiño “Patrimonio arquitectónico, cultura y territorio”, en Ciudades, núm. 4, 1998, p. 98)
Fotografía de Carmen Mínguez (UCM)
La covid-19, que ha dado un vuelco a nuestra existencia y actividad, nos ha consternado muy especialmente llevándose la vida de nuestro querido Miguel Ángel Troitiño Vinuesa, fallecido el 21 de abril de 2020.
Miguel Ángel era miembro del Consejo Científico Asesor de nuestra revista Ciudades y miembro colaborador del Instituto Universitario de Urbanística de la Universidad de Valladolid, pero sobre todo era un eminente colega, amable y cercano, siempre muy generoso y bien dispuesto a colaborar en nuestro quehacer académico. Queremos aquí honrar su memoria, con gratitud y cariño, no solo por nuestro reconocimiento institucional y personal sino también por haber sido uno de los geógrafos urbanos españoles más sobresalientes de las últimas décadas.
Discípulo del gran maestro de geógrafos que fue Manuel de Terán Álvarez (primer catedrático de Geografía de la Universidad de Madrid), Miguel Ángel Troitiño se formó en la Universidad Complutense de Madrid e hizo toda su carrera en ella. Se licenció en Geografía e Historia en 1972 y se doctoró en Geografía en 1979, siendo desde aquel mismo año profesor contratado por su Universidad. En 1984 era ya profesor titular de Geografía Humana y en 1991 catedrático, pasando a catedrático emérito en 2017, con seis sexenios y nada menos que treinta y dos libros y más de doscientas publicaciones.
Miguel Ángel fue director del Departamento de Geografía Humana de la Complutense (2001-2009) y creó y dirigió el grupo de investigación “Turismo, patrimonio y desarrollo” junto con sus colegas más próximas, como Dolores Brandis e Isabel del Río, y donde también investiga su hija Libertad Troitiño. Como profesor de ordenación del territorio de cuarto curso, tenía el mérito de lograr que sus alumnos entrelazaran en esa asignatura todos los conocimientos adquiridos a lo largo del grado en Geografía y Ordenación del Territorio. Con esmero en sus clases, sesiones críticas y visitas de campo perfectamente preparadas, lograba que los estudiantes encontraran sentido a todo lo aprendido.
Además de ser miembro de nuestro instituto universitario de investigación, Miguel Ángel perteneció al Consejo Iberoamericano sobre Conservación de Centros Históricos y al Comité Español de ICOMOS, así como a diversos comités técnicos españoles, como el del Programa sobre el Hombre y la Biosfera -MAB- de la UNESCO o el de Patrimonio Mundial del Ministerio de Cultura. Además, colaboró con entidades como la Organización Mundial de Turismo, el Centro del Patrimonio Mundial de la UNESCO, el Observatorio de la Sostenibilidad de España, el Grupo Español de Ciudades Patrimonio de la Humanidad, el Instituto del Patrimonio Cultural de España, el Instituto Andaluz del Patrimonio Histórico e Hispania Nostra.
Trabajó en varias líneas de investigación y en todas nos dejó un buen legado. Por un lado, fueron muy conocidas y apreciadas sus aportaciones a la Geografía Urbana en materia de ciudades históricas, cascos antiguos y centros históricos, lo que con el tiempo fue vinculando muy exitosamente con el Patrimonio y el Turismo. De hecho, ha sido uno de los mayores expertos españoles en turismo y patrimonio cultural de las ciudades históricas. Entre otros trabajos relevantes, dirigió el expediente de declaración de Cuenca como patrimonio mundial y el estudio previo para la revisión del Plan Especial de La Alhambra, y los observatorios turísticos de Ávila, de Segovia y del grupo de ciudades patrimonio de la humanidad. Hizo además numerosos estudios, estrategias, planes de gestión y todo tipo de asesorías en materia de patrimonio y turismo de conjuntos patrimoniales, e hizo aportaciones muy importantes en materia de planificación turística, de gestión de recursos turístico-culturales y del control de impactos.
Por otro lado, Miguel Ángel Troitiño siempre tuvo relación práctica con los procesos urbanos y el planeamiento urbanístico y territorial. Participó en numerosos planes de ciudades españolas, así como en planes de ámbitos comarcales, provinciales y regionales. Impulsó la creación del grupo de Geografía Urbana en la Asociación de Geógrafos Españoles, y fue miembro muy activo y socio de honor de la Asociación Interprofesional de Ordenación del Territorio, Fundicot. Estudió la relación de territorio, patrimonio y paisaje, dirigió también sus esfuerzos al análisis territorial, la ordenación del territorio y los espacios protegidos, e hizo aportaciones relevantes sobre la recuperación de los centros históricos y sobre las ciudades españolas y las políticas territoriales y urbanas.
Miguel Ángel era un geógrafo cuyo quehacer estaba claramente orientado a la acción, como nos ha escrito Eloy Solís Trapero, quien le apreciaba como maestro, amigo y referente; estimaba de él su gran personalidad, su independencia de criterio, el interés y la claridad de sus reflexiones y su capacidad de abrir caminos y dialogar. Compartimos con Eloy muy especialmente su talante para hacer una crítica rigurosa y bondadosa a la vez. Valentía y cortesía no estaban reñidas. Esa orientación a la acción también era activismo cívico. Agustín Hernández Aja nos ha escrito que ambos eran vecinos del barrio y que siempre colaboraba en las actividades vecinales, como cuando defendieron la Dehesa de la Villa, ya fuese escribiendo una parte de la propuesta del Plan Director que hicieron en 1998, dando charlas en jornadas o firmando manifiestos. Miguel Ángel siempre estaba en los manifiestos en defensa de la ciudad, el territorio, el patrimonio, el paisaje, y siempre desde una óptica en la que lo importante eran los ciudadanos y sus derechos.
Ha tenido vinculaciones estrechas con Madrid y con ciudades y territorios cercanos. Nacido en El Arenal, mantuvo su vinculación con el valle del Tiétar y especialmente con la ciudad de Ávila, en relación con su conjunto histórico y el patrimonio y el turismo cultural, y perteneció al Centro de Estudios Abulenses y a la Institución Gran Duque de Alba. Por otro lado, estuvo muy estrechamente vinculado a Cuenca; hizo su tesis sobre la ciudad de Cuenca (que fue premio de investigación Ciudad de Cuenca y premio nacional de tesis de urbanismo), se casó con una conquense, fue todo un pilar de la declaración como patrimonio mundial de la ciudad histórica y fue miembro correspondiente de la Real Academia Conquense de Artes y Letras. También hizo aportaciones de mucho nivel, por ejemplo, en Aranjuez, en Segovia, en Toledo y en León. Le recordarán muy especialmente, por su rigor técnico, su compromiso y su bonhomía, en estas y en otras muchas ciudades españolas e iberoamericanas. Y le echamos ya de menos en Valladolid.
Nuestro pésame a su mujer, María Isabel Torralba, a sus hijas, María Isabel y Libertad, y a sus amigos. Leyendo y aprendiendo de su obra y estando en nuestra memoria, sigue presente, pues ha dejado un potente rastro de excelencia y gentileza.
Luis Santos y Ganges, abril de 2020
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