Debates urbanos 04. Para un Valladolid más verde
Os aportamos hoy el último texto para el debate, complementario de la propuesta del pasado martes. Esperamos que la recuperación de estas “Ideas para Valladolid” y “Debates urbanos” haya sido interesante para vosotros.
La ciudad de Valladolid y su entorno cuentan con un paisaje mucho más valioso de lo que se percibe a primera vista, un paisaje dócil y ameno marcado por la intervención del hombre a lo largo del tiempo. No sólo la costa o la montaña ofrecen argumentos a los “amantes del paisaje”. Valladolid se localiza en una “tierra de aguas”, un amplio lugar configurado por tres ríos (el Pisuerga, el Esgueva y el Duero) y por dos canales (el de Castilla y el del Duero), donde la agricultura ha matizado el paisaje. Un paisaje por lo tanto de vegas y de campiñas, entre páramos, con un importante arbolado en los bosques de galería y en los pinares, con espacios urbanizados de modo irregular, entre acequias y canales que organizan los campos al servicio de una agricultura hoy en retirada. Pero todo esta cambiando, muchas voces destacan el papel ecológico de la agricultura periurbana, el paisaje ya no es sólo un “complemento” sino un valor estratégico, imprescindible tanto para mantener la biodiversidad de nuestro entorno como para garantizar calidad de vida. Podemos reinterpretar la calidad del paisaje vallisoletano, las variaciones de su enclave desde los cortados de Cabezón al valle del Esgueva, desde las estribaciones de los montes Torozos a la amplia campiña pinariega que forma el Duero y que nos acerca a la valiosa ribera vitivinícola, las desembocaduras del Adaja y del Cega… son argumentos para un paisaje leído como activo territorial que ha de ser salvaguardado antes que explotado.
Este paisaje es la clave del proyecto de “sistema de parques y corredores verdes” planteado en las DOTVaEnt para el área urbana, un proyecto que ha buscado activar dicho paisaje, intensamente utilizado y valorado por muchos vallisoletanos en sus momentos de ocio, que aspira a incrementar la interacción entre lo urbano y lo rural, generando una verdadera estructura de espacios abiertos al servicio de los ciudadanos y germen de un incremento sistémico en su calidad de vida y en el atractivo del entorno.
Juan Luis de las Rivas Sanz
El paisaje nos acecha, cual utopía simplona, tenemos que ser felices a toda costa y la luminosidad es el arma que algunos utilizan para esconder tantas cosas. Paisaje de ilusiones. El paisaje es todo, si tenemos la fortuna de ver, frente a los campos ciegos, los que no se ven. En una choza urbana, en un bosque marchito, ya no es posible reinventar la humanidad. Ni siquiera lo es en un garaje. Retumban los ecos de la tribu. Mientras tanto unos pocos se empeñan en señalar enemigos, aman la aldea. Valladolid, a pesar de todo ello, es nuestro locus amoenus.
De nuevo paseo en silencio, la luna como un farol inmenso sombrea los pinos negros, Pisu pinea, los mismos que Respighi cantara en Roma, aquí más pequeños pero iguales, pocos comentarios sobre los paisajes de esta ciudad, hechos de agua y veredas, de campiña suave entre los cortados del páramo. Valladolid es hermosa.