Debates urbanos 03. La movilidad del futuro y demás trampas
Esta semana os ofrecemos un segundo texto para el debate en torno a la movilidad urbana, escrito por Luis Santos y Ganges. Esperamos vuestros comentarios.
El pasado jueves 17 de junio de 2010, el presidente de Renault España, Jean Pierre Laurent, presentó su intervención en el Foro Económico de El Norte de Castilla, titulada -según el diario vallisoletano del día siguiente- “El Mundo está cambiando; el sector del automóvil, también”. En la noticia publicada se aprecia con claridad una diapositiva de esta presentación, con el lema “La 3ª generación del automóvil está en marcha”, donde están dispuestas tres imágenes que representan tres tiempos distintos. La de la izquierda, bajo uno de aquellos primeros automóviles del XIX, chiquito, frágil y con ruedas de radios, tiene un epígrafe denominado “MOVILIDAD”. La imagen del centro, con un coche de mediados del siglo XX, sólido, amplio y aparentemente rápido, está sobre el título “MOVILIDAD PARA TODOS”. Y en la imagen de la derecha, la que representa esa tercera generación a que alude el título general, cuatro infografías de Renault ECO2 sobre el lema “MOVILIDAD SOSTENIBLE PARA TODOS” (eso sí: sostenible en color verde). Y es este lema falseado el que me ha hecho saltar las alarmas: hay que contrarrestarlo de algún modo.
Aparte las intenciones del conferenciante y los intereses que representa, merece la pena detenerse y reflexionar acerca del lema de la proposición “movilidad sostenible para todos”… porque la supuesta 3ª generación del automóvil será más eficiente energéticamente, contaminará menos, será más segura y tendrá mejores prestaciones, pero muy poco (¡nada!) tiene que ver con la movilidad sostenible y para todos, por más que el ínclito señor Laurent así lo conferencie.
Esto de que las empresas de la industria del transporte se sirvan del término ‘movilidad’ con fines espurios no es nuevo, tal como ocurre habitualmente con todo neologismo y tecnicismo con algún prestigio pero escasamente conocido. Así, la expresión “la movilidad del futuro” aparece en 45.000 entradas de Google, la inmensa mayoría de ellas como reclamo publicitario de la industria automovilística, aunque también de la ferroviaria o la de las nuevas tecnologías aplicadas, siendo patente su uso interesado, cuando no banal. Y si introducimos “movilidad sostenible” salen nada menos que unos 170.000 resultados, en un auténtico estallido de popularidad, si bien en este caso los lobbies automovilísticos lo redefinen y moldean a su interés sin limitación alguna: según el RACC se entiende por movilidad sostenible la que se produce sin poner en riesgo ni la continuidad futura del mismo modelo de movilidad ni la calidad del medio en el que ésta se da (¡sin cambiar el modelo!).
Me explico. Hemos de entender por movilidad algo tan sencillo de definir como complejo de explicar y matizar: la movilidad no es sino el conjunto de los desplazamientos que las personas hacen por diversos motivos en un ámbito determinado. Son las personas las que centran el concepto (no los medios ni su tecnología), de manera que los desplazamientos lo son de los ciudadanos, que tienen motivos para desplazarse y que los materializan mediante determinados modos de transporte y por determinados itinerarios.
Siendo esto así, y suponiendo que la movilidad pueda ser sostenible, deberíamos entender por movilidad sostenible la movilidad eficiente desde los puntos de vista social, técnico y ambiental, o mejor, aquella que se efectúa en tiempos y costes razonables en términos de rentabilidad social y de accesibilidad de las personas, además de minimar los impactos ambientales y contribuir a la mejora de la calidad de vida. Precisamente por ello, los asuntos de la menor contaminación urbana y del ahorro energético son sin duda muy relevantes, pero de ningún modo conforman el argumento central del concepto de movilidad sostenible. Porque el asunto medular es garantizar la óptima movilidad de los viandantes (la ‘peatonalidad’ entendida como ‘movilidad universal’) y la mejor accesibilidad para todas las personas, en el sentido de la facilidad con la que pueden llegar a un lugar concreto todos los grupos sociales (‘movilidad democrática’), mediante los transportes públicos y mediante políticas de equidad socio-espacial y de urbanismo sostenible. Porque si la sostenibilidad no es antes social que ambiental, probablemente no será nada.
En definitiva: los coches eléctricos e híbridos serán instrumentos más o menos eficaces en la lucha contra la contaminación urbana y contra el cambio climático, pero no deberían en ningún caso convertirse en el eje del debate. Los coches eléctricos, además, seguirán siendo coches… Unos coches y otros, por muy útiles que sean, requieren el uso de demasiado espacio público y no dejan de representar a la ‘movilidad privada’ (privativa, exclusiva o selectiva), es decir, que no son “para todos”.
Las nuevas tecnologías de la información tienen un gran potencial “recombinante”, tal y como Bill Mitchel explicaba en su E-topía. Recombinante significa transformador, potencial de rehacer funcionalmente el espacio y dotarlo de mayor versatilidad. Lo que algunos creian que iba a facilitar el trabajo en casa -el ordenador personal- lo que ha facilitado es una nueva manera de trabajar, incluso permite trabajar en cualquier lugar. Las nuevas tecnologías dotan de mayor libertad en su localización a las empresas, sobre todo a las más pequeñas. En la ciudad hay de hecho una permanente interferencia entre el trabajo y otras funciones urbanas. Pensar que ello facilita una ciudad mixta sin más o pensar que ello se puede producir sin una adecuada respuesta proyectual es tan ingenuo como creer que el tiempo lo cura todo. En cualquier caso, necesitamos una mayor reflexión sobre los espacios del trabajo en la ciudad. La mínima prudencia nos propone mantener los espacios del trabajo en la ciudad central. No sólo por criterios de sostenibilidad -que son claves- sino por razones de eficiencia: la ciudad aguarda una revolución espacial-funcional.
Luis Santos y Ganges
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