Ciudades 19: HISTORIA URBANA, HISTORIA URBANÍSTICA. EUROPA, SIGLO XX

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Ya tenemos listo el último número de nuestra revista Ciudades, con el título “Ciudades 19 (2016): Historia urbana, historia urbanística. Europa, siglo XX”. Las coordinadoras de este número han sido María Castrillo (Universidad de Valladolid) y Charlotte Vorms (Universidad Paris 1- Sorbonne).

Los primeros grandes movimientos, exposiciones, congresos y concursos de urbanismo en Europa cumplen cien años, lo que ha justificado diversos eventos científicos que animan el debate en torno a la historia del urbanismo y de las ciudades durante el siglo XX. El alcance internacional de esos acontecimientos centenarios – propósito explícito de algunos de ellos, efecto no buscado de manera prioritaria por otros – constituye la prueba de evidencia de un discurso urbanístico que, como han subrayado diversos autores, recorrerá y trascenderá países e incluso continentes, y conformará el sustrato histórico común de un gran número de declinaciones, locales y nacionales, del planeamiento urbano moderno. Esos acontecimientos centenarios ilustran la internacionalización de una producción de representaciones que, anticipando los cambios globales del espacio urbano, vinculan de manera muy específica un momento preciso de la Historia urbana (entendida como historia de la ciudad y la sociedad urbana) y de la Historia urbanística (entendida como historia de la construcción del espacio urbano).

Ya están disponibles los artículos en PDF. Para animaros a la lectura, compartimos aquí la portada, el editorial y el índice de este número.

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EDITORIAL

Los primeros grandes movimientos, exposiciones, congresos y concursos de urbanismo en Europa están cumpliendo cien años y estos centenarios han justificado diversos eventos científicos que animan el debate en torno a la historia del urbanismo y de las ciudades durante el siglo XX. Por sólo citar los más cercanos, Ciudades consagró su número 6 (2001) al centenario de la publicación de «Garden Cities of Tomorrow» (http://www3.uva.es/ iuu/ciud06.htm); la Berlin University of Technology lanzó la exposición «City visions 1910 / 2010. Berlin Paris London Chicago. 100 years General Urban Design Exhibition in Berlin (‘Allgemeine Städtebau-Ausstellung in Berlin’)» (http://architekturmuseum.ub.tu-berlin.de/index.php?set=1&p=451&LANG=EN ); un potente grupo de laboratorios de investigación parisinos han organizado ya tres congresos en torno a «Inventer le Grand Paris», comenzando por los trabajos de la Comisión de Extensión de París de 1913-1919 (http://www.citechaillot.fr/fr/auditorium/colloques_conferences_et_debats/colloques/25377-inventer_le_grand _paris.html), y la Bauhaus Universität Weimar prepara ya la celebración de su propia fundación. Un rasgo común a todos estos acontecimientos centenarios fue su alcance internacional. Propósito explícito de algunos de ellos, efecto no buscado de manera prioritaria por otros, el eco obtenido por todos ellos mucho más allá de sus lugares de origen constituye la prueba de evidencia de un discurso urbanístico que, como han subrayado diversos autores, recorrerá y trascenderá países e incluso continentes, y conformará el sustrato histórico común de un gran número de declinaciones, locales y nacionales, del planeamiento urbano moderno (Topalov 1999[1], Freestone 2000[2], Ward 2002[3]).

Por otro lado, los acontecimientos centenarios referidos arriba ilustran la internacionalización de una producción de representaciones que, anticipando cambios globales del espacio urbano, vinculan de manera muy específica un momento preciso de la evolución de la sociedad urbana y de la evolución del pensamiento urbanístico. Aquella reflexión internacional sobre cuestiones urbanísticas se revela, de hecho, como una de las facetas del más amplio movimiento nacido en el siglo XIX en torno a la cuestión social, movimiento que acompañó la evolución histórica de las sociedades europeas y americanas a lo largo de toda la etapa contemporánea hasta nuestros días. Así, esa historia común del planeamiento urbano se inscribe en una historia urbana también común de la que pocos libros consiguen dar una visión de conjunto (Pinol, 2003)[4].

Más allá de variantes nacionales, regionales o locales, la historia urbana y del urbanismo de muchos países europeos parece seguir globalmente unas pautas cronológicas comunes. A mediados del siglo XIX, la industrialización amalgamada con el crecimiento de las ciudades induce nuevas condiciones y modos de vida urbanos y, con ellos, nuevos problemas de todo orden (sociales, políticos, económicos, higiénicos, funcionales, etc.) van a ser enunciados. Entre las respuestas dadas, se van abriendo paso innovadoras políticas urbanas que tendrán diversas formulaciones según los lugares (los ensanches de población españoles, la reforma interior haussmanniana, el “ensanche interior” del Ring vienés, etc.), siempre con el denominador común de la modernización de la ciudad, la racionalización de sus infraestructuras y redes, y la construcción de nuevos paisajes urbanos. En urbes de toda Europa, entre finales del XIX y principios del XX, se construyen grandes calles modernas, flanqueadas por edificios paradójicamente caracterizados por un estilo ecléctico, a veces llamado precisamente “internacional”. En un incesante ejercicio de desamortización (en un sentido tanto literal como figurado) de los suelos más accesibles, encuentran acomodo las sedes de las nacientes instituciones de la nueva sociedad capitalista y burguesa: bancos, hoteles, grandes almacenes y teatros, en una total celebración de la ciudad del negocio y de la construcción de la ciudad – su suelo y su edificación – como negocio, la gran novedad del siglo XIX. En distintos países, entre 1890 y los años 1920, la “cuestión social”, enunciada décadas atrás por el reformismo burgués decimonónico, es objeto de una vuelta de tuerca. En la estela de una “cuestión de la habitación” cuyas raíces se evidencian muy pronto lejos del alcance de las medidas sectoriales impulsadas por las recién nacidas políticas de vivienda social, la cuestión comienza a reformularse como “urbana” (Magri y Topalov 1987)[5]: el “problema de las grandes ciudades”. El planeamiento urbano surge entonces como disciplina, entre investigación y acción, y la profesión de urbanista (Claude 2006)[6] comienza a conformarse. La reflexión sobre el ordenamiento del espacio urbano bajo los imperativos de higiene y “comodidad” (funcionalidad), con la provisión de vivienda salubre, familiar y asequible como principal urgencia, nutrirá un nuevo pensamiento sobre la ciudad que será auspiciado  principalmente por las fracciones progresistas – incluso “socialistas” – de la burguesía y que se desarrollará al tiempo que, en las urbes más industriales (París, Barcelona) y las que no lo eran tanto (Valencia), las clases populares se sindicalizaban y crecía un movimiento obrero de oposición.

Tras un periodo de enunciados exploratorios y experiencias pioneras, a menudo de iniciativa privada, los años 1920 y 1930 son, en muchos países europeos – tanto los de régimen parlamentario como los que no – el momento en que los poderes públicos asumen por vez primera el compromiso de experimentar las ideas maduradas anteriormente. Las políticas de vivienda social (casas baratas, habitations à bon marché, council houses, case popolare…) y la planificación urbanística incipiente se beneficiarán de este impulso.

Después de la segunda guerra mundial, entre los años 1950 y mitad de los 1970, tanto en la España franquista como en la Francia gaullista, la República democrática alemana u otros países, las ciudades crecen a un ritmo ingente, aunque con cadencias y rasgos distintos, y las sociedades urbanas conocen probablemente la mayor y más veloz transformación experimentada en todo el siglo. La sociedad de consumo se instala y las nuevas clases medias culminan una trayectoria empezada medio siglo atrás. Desde mediados de los años 1950, poderes públicos de toda Europa invertirán masivamente en construcción residencial (Fourcaut y Voldman, 2013[7]) con el fin declarado de acabar con el “problema de la vivienda”, ya sea actuando directamente (países del bloque socialista), indirectamente (estimulando  la iniciativa privada) o de forma mixta (como muchos países capitalistas) con el objetivo de producir viviendas suficientes, en muchos casos priorizando el régimen de alquiler (países socialistas y no pocos capitalistas) y, en menor medida, fomentando la propiedad (caso de España, por ejemplo). El planeamiento urbanístico se generaliza y se institucionaliza con el desarrollo del Derecho urbanístico. Todos estos cambios se integran en la extensión de la intervención pública y el desarrollo de los Estados de bienestar, que conseguirán dar una respuesta (cuantitativa) al problema del alojamiento urbano de masas como había venido siendo formulado por los pensadores sociales reformistas desde el siglo XIX, en plena instauración de la era industrial. Sin embargo, los nuevos espacios urbanos producidos revisten las organizaciones novedosas dictadas por las reglas del urbanismo funcionalista y, con más o menos exclusividad según los lugares, las formas asociadas al dominio del bloque abierto. Finalmente, desde un momento que empieza entre mitad de los años 1970 y de los años 1980, se pone fin a esta forma de extender la ciudad, después de un diagnostico crítico de los nuevos desarrollos de la etapa de crecimiento. Mientras las ciudades expulsan progresivamente las actividades industriales de los entornos urbanos más consolidados, los movimientos ciudadanos ponen de manifiesto la existencia de una dura crisis urbana a la vez que explicitan la dimensión política del urbanismo y piden su democratización. La cuestión de los centros históricos comienza a perfilarse entonces en un lugar destacado entre las contradicciones de la práctica urbanística de la época.

Desde los 1990, la UE emerge como un nuevo y potente agente urbano. Los argumentos de cohesión y equilibrio territorial auspiciarán, especialmente en los países “objetivo 1”, un fortísimo desarrollo de las infraestructuras cuyos efectos sobre el crecimiento de los territorios urbanizados no puede desligarse ni de un largo boom inmobiliario con cronologías e intensidades que varían según países ni del giro generalizado de las políticas de vivienda hacia la extensión del acceso a la propiedad. La competición por la captación de inversiones y la regeneración de barrios en declive focalizarán unas políticas urbanas enmarcadas en un contexto de creciente financiarización de la economía y de agudización y diversificación de la segregación socioespacial urbana.

Este repaso acelerado de más de un siglo de historia europea pretende poner de relieve la existencia de un marco común en el cual se desarrollan las particulares historias urbanas de ciudades o de países. Estos rasgos compartidos cuestionan las aproximaciones locales que no toman en cuenta el marco general o que entienden como especificidades locales algunos elementos compartidos en mayor o menor medida por toda Europa. No obstante, es preciso reconocer que las aportaciones a la historia local o nacional, incluso las que incurren en esa objeción, han proporcionado a lo largo de décadas una importante acumulación de datos que han permitido – y siguen permitiendo –  documentar aquella historia europea que hoy empieza a ser, globalmente y en tanto que marco general, bien conocida, a pesar de que los enfoques internacionales parecen aún encontrar muchas dificultades para ir más allá de la simple yuxtaposición de análisis nacionales o del estudio de la circulación de las ideas urbanísticas[8].

El presente número monográfico de «Ciudades», consciente de estos rasgos comunes, se preguntaba sobre la manera o maneras en que se puede investigar y escribir la historia urbana y urbanística europea. El interrogante básico propuesto giraba en torno a los marcos de estudio pertinentes para comprender la evolución en el tiempo de la materialidad de los hechos urbanos propios de eso que podríamos llamar “siglo XX”. De hecho, la convocatoria planteaba, por un lado, el problema de los ámbitos geográficos que podrían permitir superar las limitaciones propias de las monografías locales y dar cuenta de las evoluciones más generales de la época (¿cuál o cuáles podrían ser los marcos territoriales de estudio pertinentes para un momento histórico atravesado por la (des)colonización, los conflictos sociales, los profundos cambios políticos y las guerras, que, además de crear polaridades cambiantes, redibujarán las fronteras nacionales e internacionales?); por otro lado, al mismo tiempo, la convocatoria de nuestra revista cuestionaba también el ámbito temporal pertinente, el “siglo XX” del que tendría sentido hablar (¿un “largo siglo XX” (Arrighi 1999[9]) pautado por los ciclos económicos, remontando a los años 1880 o incluso 1860, o de un siglo corto que quizá comenzase, en términos de construcción urbana, a partir de la primera guerra mundial y se extinguiese, paradójicamente, al tiempo de la consolidación de la Unión Europea como agente urbano internacional?). Como fondo de todo ello, se apuntaban, además, otros cuestionamientos: ¿Qué categorías de análisis se atisban como pertinentes? ¿Cuáles son las escalas relevantes de observación? ¿Cuál sería el uso adecuado de la comparación? Etc.

Una de las cuestiones que más ha interesado a los investigadores en los últimos veinte años, esto es, después de haber tomado conciencia del carácter común de la historia europea, es la de la circulación de las ideas y de las experiencias. Siguiendo la línea planteada por historias nacionales, o incluso locales, ha sido preciso entender cómo, por qué y de qué forma una misma idea podía ser seguida en países tan dispares como Inglaterra y Bélgica, por ejemplo. Así, se han estudiado los viajes que hacían los arquitectos y cómo se encontraban en congresos (Rowel, 2006)[10]; se han seguido el devenir y las historias editoriales internacionales de algunos libros señeros (Chabard, 2005)[11], y se ha observado la circulación de ciertas técnicas (Frioux, 2013)[12]. Entre este tipo de investigaciones, cabe destacar la experiencia original de «L’aventure des mots de la ville» (Topalov et al. 2010)[13] que, en vez de seguir los hombres, los libros o los objetos, sigue las palabras y sus viajes de unos lugares a otros y de una época a otra para documentar cómo circulaban, lo que llevaban consigo y lo que se dejaron en el camino. Así, el movimiento reformador en los albores del siglo XX y el inicio del planeamiento urbano han sido bastante estudiados a escala transnacional lo que no es el caso de otros temas importantes en la construcción de las ciudades europeas contemporáneas, como la producción de los suburbios o parcelaciones marginales o la evolución de las formas de venta al por menor, por poner dos ejemplos entre muchos posibles.

Por otro lado, esa aproximación transnacional, que consiste en explorar las conexiones entre experiencias locales o nacionales es obviamente tan sólo un enfoque posible de la cuestión referente a la historia urbanística europea y está lejos de agotarla. Es, además, especialmente pertinente cuando se trata de estudiar ideas, políticas públicas o movimientos coordinados, o sea el urbanismo resultado de procesos formales, planificados o anticipados, más que la ciudad y la sociedad urbana tales como existen, con todo su dinamismo, diversidad y heterogeneidad. La fábrica de la ciudad resulta siempre de actores que – obviamente – son portadores de una cultura constructiva y urbana propia resultante de su experiencia. Esta afirmación es válida tanto para el andaluz de Jaén que construye su chabola en el Pozo del Tío Raimundo de Madrid en los años 1950 y replica, con los medios a su alcance, la casa rural jienense como para los urbanistas que participan en los grandes foros internacionales e intentan importar sus innovaciones a los países y localidades en los que desarrollan su profesión. Sin embargo, el estudio de las circulaciones de ideas, muy centrada en los circuitos internacionales especializados, sólo ilumina una ínfima parte de lo que sucede localmente. Entender la historia urbana europea es también arrojar luz sobre la forma en que esta historia común se declina localmente. Para ello, obviamente, es necesario seguir explorando casos. ¿Cómo entonces articularlos en una historia europea?

La forma que más se ha experimentado, como se ha mencionado arriba, y que ha tenido a menudo gran éxito ha sido el libro colectivo que yuxtapone experiencias locales o nacionales sobre un tema o un momento común. Es el caso de los grandes conjuntos de vivienda (Dufaux y Fourcaut, 2004)[14], la financiación de la vivienda social (Effosse, 2006)[15], el desarrollo de las ciudades jardín (Girard & Fayolle Lussac, 1996)[16]; el urbanismo oficial de las “dictaduras” (Bodenschatz et al. 2015)[17] u otros. El interés de este tipo de comparación reside en que permite dibujar con precisión las escalas pertinentes de comprensión de cada cuestión. La yuxtaposición de los casos, sus similitudes y sus diferencias, hacen aparecer lo que de cada caso se explica por elementos que revisten un alcance mundial o europeo pero también revelan el efecto que tiene cada contexto particular – político, social, etc.– Dicho de otra forma, el buen uso de la comparación no consiste en limitar la investigación en buscar las similitudes – operación de reduccionismo –, sino más bien en contrastar experiencias – única forma de ampliar el conocimiento de la realidad en toda la complejidad de sus mecanismos particulares. Por ejemplo, una vez constatado que, en la mayor parte de los países europeos en las décadas de 1950 y 1960, los poderes públicos invierten dinero en fomentar la construcción de viviendas económicas, o intentan controlar la extensión de la ciudad, queda lo más interesante por hacer: entender en qué medida se hace de forma distinta, pongamos por caso, en un país de régimen parlamentario y muy industrializado, como Gran Bretaña, y en otro dictatorial y aún muy rural, como España.

Entre los intentos de mantener una historia a escala de ciudad pero tejida a la vez con la historia urbana europea, cabe destacar el intento – en parte frustrado – de «Historia de las ciudades europeas». Del plan inicial de la obra, solo llegaron a publicarse dos volúmenes, dedicados respectivamente a la Península ibérica y a Francia (Guardia, Monclús y Oyón 1995[18]; Pinol, 1996[19]), ambos siguiendo la misma metodología y el mismo formato: un capítulo por ciudad presentado en dobles páginas un texto de síntesis y una cartografía histórica. La yuxtaposición de estos planos y de las grandes etapas de la historia de varias ciudades dibuja un cuadro sugestivo del fenómeno urbano europeo en su diversidad.

Otra forma interesante de combinar una visión global y una investigación en profundidad sobre un caso particular es la experimentada, por ejemplo, por Christian Topalov (2015)[20] cuando explora en un mismo estudio tres casos “situados”: los trabajos de Charles Booth sobre Londres en los años 1880,  los de Maurice Halbwachs de París en los primeros años del siglo XX, y las investigaciones de Robert Park en Chicago en la década de 1920. Los tres casos vienen tratados en toda la singularidad y la complejidad de su contexto local, pero juntos apoyan una lectura a otra escala, relativa a la historia disciplinar de la sociología.

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Comparar, por un lado, los planteamientos de la convocatoria de «Ciudades» 19 (2016) y, por otro, la respuesta recibida ha desencadenado una serie de reflexiones de las que queremos dejar aquí algunas pistas. Nos parece interesante observar que una parte de los artículos propuestos han secundado el tipo de problemas y desafíos apuntados por la convocatoria, aunque descentrando los interrogantes sobre la pertinencia del marco europeo. Algunos de esos textos plantean una crítica de la historiografía urbana o urbanística (del siglo XX), y otros, tomando casos europeos del siglo XX, experimentan con la dimensión internacional de la historia urbanística, ya sea sobre la base de la comparación de experiencias análogas en distintos países o del análisis de los efectos – en términos de resistencias o de influencias – producidos por ciertas experiencias en países distintos a aquellos donde se originaron. Todo ello puede interpretarse como una relativa validación de los intereses generales expresados por la revista al tiempo que una cierta desestimación de los interrogantes directos sobre los marcos temporales y territoriales.

Por otro lado, una parte de los artículos recibidos en esta convocatoria ha estado constituida por análisis histórico-urbanísticos de casos que no iban acompañados de una reflexión explícita sobre ninguno de los tipos de cuestionamientos o experimentaciones historiográfica o metodológica previstos por la convocatoria. Así pues, hemos tenido que aceptar como una evidencia que, para muchos autores, producir historia urbanística es más interesante que cuestionar cómo ésta se produce, lo que nos ha invitado a reformular el título del monográfico.

En cuanto a la exploración de las perspectivas trans o internacionales, Beatriz Fernández Águeda, defendiendo un entendimiento de la historia como método de acción, propone, en “Del límite de la urbanización al límite de lo urbano: la construcción política del territorio del Gran Paris y el Gran Madrid”, una lectura simultánea de los procesos de planificación que, con un marcado carácter paralelo, tuvieron lugar en ambas ciudades y de sus interacciones con la construcción social y política de los respectivos territorios. Sirviéndose del método comparado, la autora subraya las diferencias históricas perceptibles entre ambos casos y avanza, por analogía, ciertas hipótesis que pretenden arrojar luz sobre algunas cuestiones actuales, fundamentalmente la del límite de los territorios urbanos. Fernández Águeda insiste en la construcción del “relato de la Gran Ciudad” y la formación progresiva de una cultura urbanística sobre la base de un debate en cuya evolución los planes, incluidos algunos que no salieron del papel, tienen especial importancia. Frente a la idea extendida de que las bases teóricas del planeamiento se establecieron antes de los conflictos bélicos desatados en los años 1930 y que la guerra mundial constituyó el punto de inflexión entre un tiempo de reflexión y el tiempo de construcción material de la metrópolis del siglo XX, la urbanista muestra, con las capitales francesa y española como casos de estudio comparado, que aquél “no sólo fue un tiempo de reflexión teórica, sino que fueron, fundamentalmente, ‘tiempos de acción urbana’”, no tanto en términos de materializaciones cuanto de creaciones institucionales que posibilitarían el gran despliegue urbanístico iniciado en los años 1950. De hecho, en ambas ciudades, en torno a las décadas de 1920 y 1930, nutridos por la gran circulación internacional de ideas en la época, quedaron definidos la gran ciudad y sus límites, los agentes urbanísticos involucrados en ella y los primeros marcos legales específicos. En particular, los concursos de 1919 y 1929 compartieron el importante rol de, sobrepasando la falta de respaldo legal, legitimar la elaboración de planes urbanos globales, capaces frente a los nuevos desafíos planteados por las grandes aglomeraciones

Confluyendo felizmente en algunos aspectos con el artículo de Fernández Águeda, el trabajo de Rodrigo Santos de Faria, “Urbanismo e desenvolvimento municipal na Europa: os congressos municipalistas da Unión de municipios españoles” se centra en el análisis de las temáticas discutidas durante la década de 1920 en el seno de esta asociación (y también de la Unión internacional de municipios: UIV, en sus siglas en francés) con el fin de subrayar la contribución del movimiento municipalista, español y europeo (la hipótesis es probablemente extensible al americano), al debate urbanístico de la época y, más concretamente, a la circulación de conocimiento y a la construcción y articulación de redes profesionales e institucionales en torno a cuestiones como la gestión y planificación del desarrollo urbano y la cooperación intermunicipal en esta materia.

Sin abandonar el campo de la circulación internacional de las ideas y su relación con la evolución de la acción local, el texto de Eliseu Gonçalves y Rui J. G. Ramos “Primeiras propostas de habitação operária no Porto: a casa unifamiliar, o carré mulhousien e a cité-jardin” transita por la problemática de la vivienda para obreros, abordándola desde la perspectiva que proporciona el análisis de la adopción del conocido modelo de la Société mulhousienne des cités ouvrières en la ciudad portuguesa y evidenciando la superposición en tales experiencias de un complejo entramado de aspectos políticos, inmobiliarios, arquitectónicos y urbanísticos.

La contribución de José Luis Gómez Ordóñez y Celia Martínez Hidalgo “La ciudad histórica: detrás de las fachadas, la forma del suelo” se apoya en una experiencia docente en el casco histórico de Granada para plantear una crítica de la Historia urbana desde la Urbanística (entendida ésta como una disciplina orientada, en general, a la prospectiva y, más particularmente, a la proyectación de la transformación espacial urbana). Según estos autores, “esas historias del urbanismo que describen hechos de destrucción-construcción de la ciudad en momentos concretos, encuadrándolos en circunstancias, bien políticas, sociales o económicas”, si bien enriquecen el conocimiento urbanístico con sus “encuadres genéricos”, no lo hacen más que las que se centran, para el mismo tiempo, en “lo acontecido en otras ciudades, incluso de otros países” o en el “análisis de las controversias teórico-profesionales de su época”. Reivindicando que “el urbanismo puede tener acentos arquitectónicos, sociológicos, culturales… pero siempre tejerá su trama discursiva en relación a herramientas de trabajo propias de su enfoque”, defienden que el espacio, a diferentes escalas, resulta ser “una variable explicativa fundamental” y que “hay otra manera de mirar ese escenario del pasado », que es atender al hecho de su proyecto y construcción, sus sucesivas destrucciones, rehabilitaciones y reconstrucciones.

Carmen Delgado Viñas propone, por su parte, en “Miradas sobre la ciudad desde la Geografía, la Historia y el Urbanismo. El estado de la cuestión a comienzos del siglo XXI”, una perspectiva sobre la evolución de la Geografía urbana española y las relaciones y tensiones que ha mantenido con las otras disciplinas en torno al estudio de ese objeto complejísimo y difícilmente aprehensible que es la ciudad. El ambicioso periplo, que arranca a principios del siglo XX e identifica un punto álgido en la década de 1970, se cierra con un análisis de la situación desde los años 1990 y concluye que “la Geografía Urbana se encuentra hoy en una encrucijada a la búsqueda de nuevas formas de comprender el espacio urbano a partir de su encuentro con otras ciencias sociales abiertas hacia lo urbano”.

Finalmente, dos artículos de historia urbana circunscritos a casos de estudio nacionales o locales han sido seleccionados para este monográfico valorando el interés de sus métodos de análisis o de sus temáticas. En el primer caso, el artículo de Paola Ianni, “Il valore della città storica in Italia: mutamenti culturali e politiche urbane attraverso le ricostruzioni post-sisma negli ultimi cinquant’anni” toma por objeto los centros históricos italianos afectados por terremotos en el último medio siglo y, sirviéndose del estudio de las políticas de reconstrucción llevadas a cabo en ellos, consigue caracterizar la evolución de los valores atribuidos en Italia a este tipo de tejidos urbanos.

Por su parte, el texto de Juan Luis Rivas Navarro y Belén Bravo Rodríguez, “Aproximación a la primera periferia al sur de Granada: de las huertas a las villas urbanas (1920-1951)” destaca por adentrarse en el problema de la historia de las “primeras periferias”, impulsado por la conciencia de que el salto de escala de la ciudad en el cambio de siglo, confiere a estas áreas el papel de “principal espacio de intercambio entre el área metropolitana y el centro histórico, a la vez que mantienen su papel como espacio en transformación”, lo que supone un reto urbanístico para el que los autores reclaman también una aproximación  histórica no exenta de dificultades metodológicas.

Ciertamente, la historia de la disciplina urbanística no puede identificarse con la historia urbana entendida como construcción del espacio físico urbano y ninguna de las dos es independizable de la historia en general. Por otro lado, la identificación del urbanismo con el planeamiento y otras formas de prospectiva urbana sigue produciendo no pocos equívocos, al tiempo que no es infrecuente que, desde una perspectiva histórica, se valoren ciertos planes más en relación con las trasformaciones espaciales materializadas conforme al detalle de lo dibujado en los planos que en relación con su contexto histórico, incluido el de la propia planificación urbana de su momento. Posiblemente el spatial turn operado entre los historiadores de lo urbano supone una toma de conciencia de estas relaciones al tiempo que, llevado al ámbito transdisciplinar, constituye también una invitación a los geógrafos urbanos y urbanistas para que consideren de manera análoga un historical turn, un giro hacia una mayor atención para con los métodos de la Historia. Parece especialmente pertinente insistir en esta idea en una revista en la que la mayor parte de las contribuciones provienen de urbanistas, ya que, como advierte la vibrante introducción al libro ya mencionado, Histoires d’enquêtes. Londres, Paris, Chicago (1880-1930), “la historia de las disciplinas es casi siempre escrita por sus practicantes” y no por historiadores, y ello por razones “tan sólidas como las propias instituciones disciplinares”, ya que “controlar la historia o la memoria del grupo experto es un medio para asentar en él una autoridad” (Topalov, 2015, p. 14-15).

[1] TOPALOV Christian (dir.) (1999): Laboratoires du nouveau siècle. La nébuleuse réformatrice et ses réseaux en France (1880–1914). Éditions de l’EHESS, París.

[2] FREESTONE, R. (ed.) (2000): Urban Planning in a Changing World: The Twentieth Century Experience. E. & F.N. Spon, London.

[3] WARD, Stephen V. (2002): Planning the twentieth-century city : the advanced capitalist world. Wiley, Chichester.

[4] PINOL, Jean-Luc (dir.) (2003): Histoire de l’Europe urbaine, 2 vols. Seuil, Paris (ed. española: PINOL, Jean-Luc (dir.) (2011-2012): Historia de la Europa urbana, 6 vols. Università de Valencia, Valencia).

[5] MAGRI, Susanna y TOPALOV, Christian (1987) : « De la cité-jardin à la ville rationalisée. Un tournant du projet réformateur (1905-1925) dans quatre pays », Revue française de sociologie. 1987, 28-3. p. 417-451.

[6] CLAUDE, Viviane (2006). Faire la ville. Les métiers de l’urbanisme au 20e siècle. Parenthèses, Marseille.

[7] FOURCAUT, Annie y VOLDMAN, Danièle (dir.) (2013): Le Mouvement social, número monográfico « Les crises du logement », nº 245, 2013/4.

[8] Esta observación ha suscitado el  interés y el debate entre equipos de investigación de las universidades de Weimar, Paris‐Est y Valladolid en varios encuentros que han girado en torno a la pertinencia, el interés y las condiciones de posibilidad de una Historia del urbanismo europeo del siglo XX (Weimar, 2014; Valladolid, 2015). También ha inspirado el proyecto de European Joint Doctorate “UrbanHist. 20th Century European Urbanism”, dirigido por Max Welch Guerra, en el que participan también la universidad Pavla Jozefa Šafárika de Košice (Eslovaquia) y la Blekinge Tekniska Högskola de Suecia, además de un largo elenco de organizaciones académicas y no académicas asociadas.

Por otro lado, como hipótesis, la accesibilidad de las fuentes documentales impresas (exposiciones, publicaciones, legislación…) podría haber facilitado la proliferación del análisis de la producción intelectual internacional y de la acción pública en cada país, en detrimento, al menos en lo que interesa a este monográfico, de las relaciones complejas de ambas entre sí y con los contextos concretos de su recepción.

[9] ARRIGHI, G. (1999): El largo siglo XX. Akal, Barcelona.

[10] ROWELL, Jay (2006) : Le totalitarisme au concret : le logement en RDA 1945-1989. Économica, París.

[11] CHABARD, Pierre (2005): “Comment un livre change : Cities in Evolution et les usages de Patrick Geddes (1912-1972)”, en Genèses 3/2005 (nº 60) , p. 76-97.

[12] FRIOUX, Stéphane (2013): Les batailles de l’hygiène. Villes et environnement de Pasteur aux Trente Glorieuses. PUF, Paris.

[13] TOPALOV, Christian, COUDROY DE LILLE, Laurent, DEPAULE, Jean-Charles y MARIN, Brigitte (dir.) (2010): L’Aventure des mots de la ville à travers le temps, les langues, les sociétés. Robert Laffont (Bouquins), París.

[14] FOURCAUT, Annie y DUFAUX, Frédéric (dir.) (2004) : Le monde des grands ensembles. Créaphis, París.

[15] EFFOSSE, Sabine (dir.) (2006) : Histoire et sociétés, nº 20, número monográfico « Le financement du logement social en Europe depuis 1945 », sept. 2006.

[16] GIRARD, Paulette y FAYOLLE LUSSAC, Bruno (eds.) (1996): Cités, Cités-jardins : une histoire européenne. Éditions de la Maison des Sciences de l’Homme d’Aquitaine, Talence.

[17] BODENSCHATZ, Harald, SASSI, Piero y WELCH GUERRA, Max (eds.) (2015): Urbanism and Dictatorship: A European Perspective. Birkhäuser, Zürich.

[18] GUARDIA, Manuel, MONCLÚS, Javier y OYÓN José Luis (dir.) (1995): Atlas histórico de ciudades europeas, vol. 1. Península Ibérica. CCCB y Salvat, Barcelona.

[19] PINOL Jean-Luc (dir.) (1996): Atlas historique des villes européennes. vol 2. Atlas historique des villes de France. Hachette, Paris.

[20] TOPALOV, Christian (2015): Histoires d’enquêtes. Londres, Paris, Chicago (1880-1930). Classiques Garnier, París.

 

 

 

 

 

 

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